La trayectoria del Dr. Convit transcurrió activamente por más de setenta y cinco años. En sus inicios, se sintió atraído por la investigación que lo llevó a estudiar las condiciones médicas de los pacientes en regiones remotas de Venezuela, accesibles únicamente a caballo y mula a través de los senderos de Los Andes, y posteriormente entre los pueblos indígenas de la selva amazónica y el Delta del Orinoco. Se esforzó para que los frutos de sus investigaciones aliviaran las vidas difíciles de las poblaciones afectadas por las enfermedades que entonces tenían poco o ningún tratamiento.
Reconoció la necesidad de establecer un centro de investigación en Venezuela dedicado a la investigación de patógenos tropicales y al desarrollo de tratamientos y prevención. A tal fin, buscó contactos internacionales y desarrolló su propio conocimiento científico a través de diversas asociaciones y obras. En 1962, ocupó la cátedra de Enfermedades Tropicales en la Universidad de Stanford (Palo Alto, California) como Profesor Invitado. Luego, ocupó un puesto similar durante un año en el Hospital Jackson Memorial de la Universidad de Miami (Florida).
De regreso a Caracas, fundó el Instituto de Biomedicina que atrajo a investigadores clínicos internacionales, médicos y científicos venezolanos. A lo largo de su vida profesional publicó más de 345 trabajos científicos, entre otros artículos, de los cuales su más reciente fue publicado en el 2013 a la edad de 100 años. En los últimos años de su carrera, el Dr. Convit se centró en emplear los mismos métodos sencillos que había utilizado en la inmunoterapia de la enfermedad de Hansen, para desarrollar una autovacuna para el tratamiento de algunos tipos de cáncer. Su obra perdura en parte gracias a los esfuerzos de la Fundación Jacinto Convit creada hace pocos años.
Durante varias décadas, el Dr. Convit fue galardonado decenas de veces. Aunque recibió muchos honores, era conocido por su modestia y su humildad en reconocer el trabajo realizado por otros en laboratorios alrededor del mundo. Colaboró con los investigadores del Instituto de Patología de las Fuerzas Armadas de EE.UU. en Washington, D.C. como también en universidades en los Estados Unidos, Europa y América Latina.
El Dr. Convit nació en La Pastora, Caracas, en 1913. Era hijo de españoles, su padre de Barcelona y su madre de las Islas Canarias. Obtuvo su título de Doctor en Ciencias Médicas de la Universidad Central de Venezuela en 1938 y fue Investigador Asociado de la Universidad de Columbia, Nueva York, en 1944-45 y la Case Western Reserve, Ohio, en 1945.
En 1946 se casó con Rafaela Marotta, de Caracas e italiana de origen, con quien tuvo cuatro hijos de los cuales viven Francisco Convit, empresario radicado en Caracas, el Dr. Rafael J. Convit, cirujano plástico en Washington D.C. y el Dr. Antonio Convit, profesor e investigador de la Universidad de Nueva York en la ciudad de Nueva York. Su hijo Oscar falleció en 1978 y su esposa en el año 2011. También viven su hermano René en Venezuela además de muchos nietos, bisnietos, sobrinos y sobrinas. Aún con más de 80 años, su esposa lo acompañaba y asistía en sus viajes de investigación para atender a los pacientes en zonas remotas.
Por décadas, participó regularmente en simposios internacionales alrededor del mundo, y fue especialmente activo en la Organización Panamericana de la Salud, afiliada a la Organización Mundial de la Salud, que lo nombró Héroe de la Salud Pública por su proyecto de vida durante la celebración del centenario de esa organización en el 2002. El Dr. Convit se convirtió en un héroe popular en Venezuela por su dedicación a los pobres desatendidos y pacientes con condiciones médicas desafiantes o temidas. Durante toda su carrera como médico, el Dr. Convit nunca cobró a sus pacientes. Fue invitado frecuentemente a ser el padrino de promoción de los graduandos en medicina en toda Venezuela. En estas ocasiones ofrecía un discurso a los médicos recién graduados, en el que siempre alentaba la investigación, el acceso universal a la atención médica, y la importancia de la buena alimentación y el ejercicio para la prevención de enfermedades.
"Los sentimientos de amor hacia el ser humano estimulan la vocación de servicio, que no es otra cosa que un profundo amor a la vida. La profesión médica no es una profesión para dedicarse a producir dinero. El que abraza esta profesión, tiene que tener un convencimiento profundo de que es un servidor público, en todo sentido"
Jacinto Convit 1913-2014