CUENTO
DE PILOTO
Todos
conocemos la fama de los cuentos fantásticos de los cazadores
y pescadores; sin embargo, los cuentos de los pilotos, aun cuando
no tenemos razones como para abrir los brazos en señal de decir
"así de grande", no se quedan atrás.
Quien
haya tenido la oportunidad de leer los cuentos de pilotos del
pequeño libro "Aproximación Final", del Capitán Diógenes Torrella,
(q.e.p.d.), fallecido en el accidente del DC-9 en Maturín el
año 1973, puede darse cuenta que las realidades son más fantásticas
que las fantasías o imaginación, como las defino Yo con mis
nietos, Federico de cuatro años y medio, Andrés de seis años
y medio, además de Sebastián, alias Patito Feo, que ahora tiene
apenas catorce meses.
Quisiera
poder escribir este cuento con el espíritu y delicadeza, como
lo hubiera hecho el Cap. Torrella en su cuento Aproximación
Final, el capítulo "Un Lirio Silvestre":
*
* *
Un
Lirio silvestre, de un delicado color rosa, crecía sobre el
montón de tierra húmeda cubierta de hierba. Él lo estaba contemplando
extasiado y se preguntaba cómo había logrado crecer allí. Siempre
venía a visitar el pequeño montículo, situado en un rincón del
enorme terreno sembrado de mangos, naranjos y nísperos, que
ocupaba el corral de su casa.
Allí
estaba enterrado Boca Negra, su más querido y fiel amigo; él
mismo había abierto el hueco y colocado amorosamente el inerte
corpachón en su fondo; luego, rellenado y apisonado con una
pala, con la tierra sobrante había erigido el pequeño montículo
que ahora se destacaba sobre la plana tierra.
Diógenes
Torrella
*
* * *
Posiblemente
agregue dos cuentos del Cap. Torrella, uno fantástico y uno
de imaginación, para así poder saborear y apreciar lo fantástico.
El
26 de Julio de 2001, sobre la cabecera 02 izquierda del Aeropuerto
de Maracaibo, a los pocos segundos de haber empujado a fondo
el acelerador, la aguja del velocímetro pasó a indicar los 70;
halé ligeramente el bastón y el pequeño avión comenzó a subir
suavemente, deslizándose sobre el aire con indescriptible suavidad.
Subí el tren de aterrizaje en el momento que escuché por los
audífonos del intercom: "catorce cincuenta papa - su despegue
a las uno cero nueve - cambie con diecinueve siete - tengan
ustedes un feliz viaje". Nacho, sentado a mi derecha, atendió
la radio con el esmero de su profesionalismo, luego me dijo
"el rumbo es 036", mientras trataba de conseguir la señal de
satélites en su pequeño GPS portátil.
Abrí
mi pequeña computadora con pantalla de 7" con un GPS conectado
y un programa de Moving Map y apareció la marca del avioncito
sobre la línea de la ruta preprogramada.
Con
una velocidad de 106 nudos y una rata de ascenso de 600 ft/min,
a los 14 minutos, Nacho reportó con el APP de Maracaibo, nivelado
20 millas afuera.
Al
terminar de ajustar la potencia de crucero y el debido ajuste
de mezcla, despegué la mirada del tablero para ver la inmensidad
del amanecer en una extraordinaria aurora rebosante de rojo
coralino y un medio disco de sol, rojo brillante, que a los
pocos segundos se volvió tan intenso que no se podía mirar.
Nacho, mira que belleza de amanecer; si es verdad - asintió
sin dejar de mirar el pequeño GPS. Mira, dijo, ya entró la señal.
Claro, dije en son de broma - ese trabaja con el sol, menos
mal que en este viaje no tenemos contemplado volar de noche.
Nacho, un joven Marabino de 27 años, de respetable familia,
Ingeniero Industrial graduado, con una inmensa pasión por los
aviones y para volar. Lo conozco desde varios años atrás. Siempre
lo he visto en el Aeroclub de Maracaibo limpiando aviones; al
principio era la mejor forma para estar en contacto con los
equipos, los aviones. Con el apoyo de la empresa Tower Air,
del Sr. Alejandro Torres, Nacho se ha hecho un piloto profesional,
vuela casi todo tipo de aviones con motor de pistón, ha estudiado
en USA, posee Licencia Comercial Americana y conoce las normas
y reglas de vuelos de Estados Unidos de Norteamérica. En Maracaibo,
presta sus servicios a todos los que necesitan de él; vuela
con tanta frecuencia, que en poco tiempo ha acumulado alrededor
de dos mil horas.
Yo,
Franco Bellarosa, llegado a Venezuela en Noviembre de 1955,
antes de cumplir los 20 años, siempre trabajando en el área
de la industria petrolera - en los años 1968 fundamos una empresa
contratista familiar, con dos de mis cuñados - hemos trabajado
duramente. Mi trabajo siempre ha estado relacionado con la mecánica,
luego con movilización e izajes de equipos pesados, actividad
ésta que induce a adquirir una disciplina de perfeccionamiento,
una conducta metódica, secuencial y precisa y a calmar las emociones;
ante todo, a no exteriorizarlas.
Me
hice piloto en la ciudad de Anaco en el Estado Anzoátegui, en
una escuela dirigida por el Cap. Salomón Arraez. Mi primer vuelo
solo fue el 11 de Junio de 1975, en un C-150 - el YV-E-KPM -
ahora cuento con 3419 horas en la bitácora, de las cuales más
de 2330 horas son en el catorce cincuenta papa un BE36 Bonanza,
modelo A-36, serial 1220, fabricado en el año 1978 y con 19
años en mi poder.
Al
llegar el momento de disponerse a cambiar el segundo motor,
quise darme el capricho de mi vida, instalar un motor "Victor
Black Edition Two"; era lo máximo para mí. Como si eso fuera
poco, el plan era llevar el avión a Palo Alto, California, en
los talleres de Victor Aviation. Con la ayuda de mi sobrino
Andrés,(Andy), joven ingeniero y piloto, se hicieron todos los
arreglos y se hizo compromiso con Victor Aviation para dejar
el avión en sus talleres hacia el final de Julio.
Mi esposa Carmen, Italianita chiquita, pero con mucho carácter,
es madre de nuestras tres hijas, todas casadas, Cinzia, Psicólogo
Industrial, en Chicago con un bebé de catorce meses "Sebastián",
mi cariñoso Patito Feo. Eliana, Ingeniero Civil, en Caracas
con dos niños, Andrés y Federico de seis años y medio y cuatro
años y medio, muy amigos míos. Y Cristina, Arquitecto, actualmente
en Madrid.
Cuando
hice el programa de mi viaje, mi esposa no la incluí, pero se
hizo un plan de vacaciones para ella en Italia, reuniéndose
allá con dos de sus hermanos y otros parientes, en un pueblo
de montaña "Palagano" en la Provincia de Modena. Salió el veintitrés
de Julio, solo tres días antes de que yo iniciara mi viaje,
pero antes quiso conocer a mi navegante Nacho, así que preparó
una cena con tortellini traídos de Palagano, en la cena también
nos acompañaba una pareja de amigos - recién abuelos - Anna
y Paolo di Turo.
Al
pasar la posición - Nacho - ó sea el Archipiélago de Los Monjes,
dentro del Golfo de Venezuela - en la posición geográfica N
13º 00' W 71º 00- el rumbo magnético era 360º ó sea 00.00 Norte
franco, apuntando Providenciales.
Bueno,
Nacho, mira esto: a los 60 minutos de usar la gasolina del tanque
derecho, paso el selector al izquierdo; dos minutos más tarde
abro una válvula debajo del apoya brazo y acciono el interruptor
instalado en el tablero de breakers y ya; en quince minutos
los trece galones de combustible del tanque auxiliar que esta
allá atrás, pasan a llenar de nuevo el tanque derecho.
Que
bien - afirmó Nacho - así nos quedan dos horas para el alterno.
Un momento más tarde, enseñándome una carta náutica Jeppssen,
dijo que dentro de poco entraríamos en área de control de Curaçao,
así que voy reportando estimando el FIR en cinco minutos. Curaçao
atendió la llamada y dio otra frecuencia, ya que esta era muy
ruidosa.
Mira
como el indicador de combustible va subiendo - dije señalando
el instrumento con mi dedo índice - cierto, dijo, es extraño
añadió, ver el indicador de gasolina subir en vuelo, generalmente
baja. ¿Por qué este - el indicador de temperatura de aceite
- marca tan bajo? Ese indicador a veces baja hasta cero - señalé.
Pero basta resetear el master, cosa que voy a hacer al terminar
el trasiego de la gasolina y vuelve a su posición normal.
Nacho
seguía hablando con el APP de Curaçao; el reloj de vuelo ya
marcaba una hora y diecisiete minutos, desconecté el interruptor
del trasiego, pero no hice el reset de master para no apagar
los radios y no interrumpir la conversación con Curaçao, a lo
que terminó de hablar, señalando el indicador de combustible
dije, mira, ya está lleno de nuevo. Nacho no contestó y escaneando
el tablero con su mirada, preguntó con voz firme: este indicador
por qué está en cero?!!
Ya
verás - repliqué - no, no me interrumpió, esta es la presión
de aceite!!!!
A
la vaina, dije, con mi expresión de asombro. Miré afuera a ver
si hay algo anormal, me estiré mirando afuera alcanzando a ver
toda la capota y el lateral del motor; todo limpio por aquí
dije, igualmente por aquí dijo Nacho. Regresamos!!! pregunté,
Nacho hizo un gesto negativo con la cabeza. Luego dijo - si
esto fuera falta de aceite, ya el motor estuviera apagado. Reseteé
el master, el indicador de temperatura del aceite indicó 78ºC.
Nacho confirmó la temperatura del cabezal del cilindro, 190ºC….
mira, replicó, los regímenes de temperatura están correctos.
Mira,
dije, cero vibración, más suave no se puede. Será que este manómetro
es eléctrico y se ha dañado. No, no - dije - ese manómetro es
totalmente mecánico.
Bueno!!!
Insistió Nacho, pudo haberse… o algo se dañó, por eso no indica
presión. Mira
las temperaturas están correctas y el motor fino, que puede
estar pasando? Déjame ver - dijo - sacó de su cintura la navajita
mágica Víctorinox, abrió el destornillador de estrella; vamos
a ver - dijo con voz serena.
Será
que este indicador tiene algunos componentes eléctricos que
estén fallando?. Sacó el tornillito que retiene el vidrio cuadrado
del pequeño manómetro, sacando así el vidrio, vimos el manómetro
detrás de la carátula, nada que ver, dije, es totalmente mecánico.
Nacho volvió a colocar el vidrio con precisión, pero poco satisfecho.
Mira afuera, dije, todo limpio sin rastro de aceite y sin la
menor vibración…. debe ser sin duda una falla del instrumento;
que hacemos?, repliqué. Seguir y tranquilo - dijo Nacho, han
pasado más de cuatro minutos de que nos dimos cuenta, las temperaturas
siguen normales y el motor fino, en providenciales tendremos
el tiempo de revisar y arreglar lo que sea, dijo. Volvimos a
nuestras tareas. Yo saqué mi tablita y anoté lo referente a
consumo de gasolina y tiempo de vuelo, Nacho volvió a agarrar
su GPS, Yo miré mi Moving Map, medio grado a la izquierda me
dijo Nacho, corregí el rumbo y me relajé hacia atrás.
Pasaron un par de minutos en un silencio aburrido, pero incierto,
nuestras miradas eran hacia fuera y lejanas. En un momento recordé
que la noche antes, había llamado a Eliana para saludarla y
saludar a Andrés y Federico. Cuando Nonnino venga - les dije
a ambos - les contare una aventura verdadera, sin imaginación
ni fantasía. Ellos ya sabían de mi viaje inclusive la ruta,
ya que su mamá a petición de ellos, les había marcado en un
Atlas el recorrido previsto.
Me di vuelta hacia atrás, mirando sobe mi hombro derecho y vi
la mágica e inmutable sonrisa de mi copiloto oficial, 2300 horas
conmigo, un "Snoopy" de peluche vestido de Barón Rojo - regalo
de Cristina y sus hermanas - siempre me había acompañado en
las buenas y en las malas, allá estaba tranquilo como siempre.
En
un instante se rompió el silencio. Una fuerte vibración repentina
del motor, atrajo toda nuestra atención.
Qué
es esto???, preguntó Nacho con voz firme mientras tiró su mano
izquierda hacia los controles del motor. Su mano se cruzó con
la mía mientras dije, es una emergencia.
Rápidamente
dominé los tres controles, bajas RPM - mezcla rica - potencia
reducida al mínimo, mientras Nacho por la radio dijo: Emergencia!!!!
Emergencia!!!! YV-1450P, estamos en emergencia. Las palabras
salían de su boca dura, áspera, nunca hubiera reconocido su
voz con ese tono.
Qué
tipo de emergencia? Preguntaron todavía en Español.
La
bomba de aceite dejó de funcionar hace varios minutos, tenemos
vibración en el motor y ya se va a apagar.
Ya
el tono de voz de mi navegante había regresado a su normalidad;
conversaba con voz serena.
Yo
había comenzado un viraje suave a la derecha, ¡Aruba! - dijo
Nacho - rumbo a Aruba!
Logré
controlar las vibraciones del motor en 1700 RPM; al concluir
el viraje de aproximadamente 145º, había reducido la velocidad
a 90 nudos, apenas habíamos perdido unos 200 pies de altura.
Nacho seguía hablando; las conversaciones por la radio eran
plácidas y serenas, transmitía nuestra posición por coordenadas
geográficas, por radiales y distancia de los aeropuertos más
cercanos "Aruba y Curaçao" por punto de triangulación de aerovía
"DUNER" y por distancia de la costa más cercana, Aruba.
Comenzó
a entrar humo en la cabina, Nacho abanicó la mano izquierda
como para deshacerse del humo y siguió hablando. Yo recordé
todas las instrucciones de qué hacer en este caso, cerrar el
combustible para que se apagara el motor, pero el egoísmo era
muy grande, ver la hélice dar vuelta, inspiraba muchas esperanzas.
Me tranquilicé por el olor de humo, no era de combustión sino
de aceite caliente.
Ya
estaba bastante nublada la cabina, cuando abrí la ventanilla
lateral, enseguida desapareció el humo, pero no dejé de estar
preocupado. Recordé por un momento las primeras escenas de la
película que en Venezuela vimos con el título de "El Paciente
Inglés". Las llamas del motor del biplano de cabina abierta,
lo quemaron, pero puso el avión en tierra y salió vivo.
Busque
un barco, me repetía Nacho con mucha frecuencia. Simplemente
no habían barcos por todo eso.
El
humo ya no entraba en la cabina, pero yo estaba consciente que
la causa que producía el alza de temperatura estaba allá, en
cualquier momento podría darse un incendio.
Me
di cuenta que Nacho estaba hablando en Inglés; un avión de la
United Air Lines atendió nuestra llamada e hizo puente con Curaçao,
ya que al perder altura nuestra comunicación se hacía siempre
más difícil.
Siete
mil pies, dije. Reduzca velocidad, busque un barco - replicó
Nacho. Me
quité los auriculares del intercom para no distraerme y no interferir.
Reduje
las RPM a 1500 y reduje la velocidad a 80 nudos. Un instante
más tarde, el motor se apagó; se hizo el silencio.
Dios
mío! Dije con voz que solo Dios y Yo podíamos escuchar, le prometí
a los nietos que les contaría una aventura verdadera; esta es
la aventura, ahora dame la oportunidad de contárselas yo mismo.
Pasaron unos instantes, Nacho habló por radio y dijo con voz
triste, como un niño regañado, estamos sin motor.
Ajusté
la velocidad de planeo a 85 nudos, era una velocidad segura
de maniobrar, podía hacer un viraje para evitar un copo de nube,
o para cubrir un lateral buscando un barco, con toda seguridad.
Nacho,
seis mil - no contestó - estaba atento a la radio. Me entró
la curiosidad de saber que le había pasado al motor; agarré
la llave y le di vuelta en posición "start", la hélice giró
normalmente, el motor no estaba trancado; nunca pretendí volverlo
a poner en marcha.
A
lo que me di cuenta que no estaba ocupado con las radios, dije
- Nacho los chalecos. Sacó un chaleco detrás de mi espaldar,
rompió la bolsa plástica con su fuerte dentadura, reforzada
con una cantidad de alambres de los frenillos y desplegándolo
me lo pasó. No, dije, tu primero; al poco rato me estaba pasando
mi chaleco, tenga el avión mientras tanto; tomó el control.
Mientras yo me vestía del chaleco, aprovechó e hizo dos virajes
de limpieza, derecha izquierda y al dejarme el avión dijo: no
hay un solo barco por todo esto y siguió con la radio.
El
avión con el motor apagado volaba suave, sereno, de lo más lindo,
recordé de la cola que me dio mi amigo Emil Hermann unas seis
semanas antes en su planeador, en Altagracia de Orituco, no
era comparable; mi Bonanza con el motor apagado, era mejor que
cualquier planeador, de momento como si despertara de un sueño,
me di cuenta que estaba disfrutando ese vuelo sin motor y con
un Mar Caribe a escasos 4000 pies.
Nacho, el bote; se dio vuelta y agarro el maletín del bote de
emergencia y lo acercó detrás de su propio espaldar.
Las conversaciones por la radio eran continuas y las agujas
del altímetro giraban incesantemente en sentido antihorario.
A
los 3000 pies de altura, le pregunté a Nacho ¿nos ponemos las
bandoleras?, refiriéndome al cinturón que cruza sobre el pecho.
Con
un gesto casi violento, agarró la punta de la correa a la altura
de su hombro derecho y la haló hasta el medio del pecho, luego
dijo, mejor que no, podríamos enredarnos y la regresó. Cruzó
el antebrazo derecho sobre su frente, agarró la viga del bastón
de mando "único en los Beechcraft", se inclinó hacia delante
probando la posición de colisión y regresó a hablar por la radio.
Empujé
el asiento totalmente hacia atrás y probé una posición con el
tronco firme y los pies sobre los pedales. Acercándonos a los
1000 pies. No se había visto un solo barco - tierra - ni pensarlo.
Mirando hacia abajo se apreciaba la magnitud de las olas rompientes
propia del Mar Caribe. Se podía juzgar el tamaño de las olas
por las inmensas manchas de espuma blanca que levantaba cada
ola al reventar; las olas venían desde el Este, ó sea, de mi
izquierda.
Estábamos
en la línea perfecta para un amarizaje, según las indicaciones
de los manuales de procedimiento, nunca había considerado seriamente
que algún día debería poner en práctica lo que había leído en
el conocido manual para pilotos "Aviación Aplicada".
Mucho
de lo que he aprendido de este y de otros manuales, lo he puesto
en práctica a lo largo de mis tres mil cuatrocientas horas voladas,
sobre todo, lo de mantener la calma y confiar en sí mismo.
Pero,
¡ estamos frente a la máxima de las emergencias, sin motor y
en alta mar ! .
Nunca
pensé que no lo haría bien, más bien me preguntaba, que estará
pensando Nacho de esta situación.
Recordé
una de las clases de tierra del Cap. Salomón Arraez cuando dijo
- aquí les enseñamos a volar y darles algunas nociones sobre
lo que es la aviación, pero que es necesario que cada quien
adquiera una propia conciencia y que ponga a valer sus agallas
al momento oportuno - olvídense de que me dijeron, o de que
me parece.
Nacho
- si señor Franco - con el término de señor que ha usado hacia
mí desde que nos conocimos, estamos a 1000 pies, deje la radio
ya que tenemos otras cosas que hacer.
Se
despidió pidiendo que nos buscaran, ya que íbamos a estar esperando.
Dejó caer el GPS entre sus piernas, tiró los audífonos hacia
atrás, estirándose hacia delante, barrió con su mirada todo
el horizonte y en un movimiento negativo de cabeza dijo - no
hay un solo barco en toda esa vaina. Mientras más bajábamos,
más imponente se veía el mar.
Nacho,
pregunté con voz serena, conoce el procedimiento para salir
del avión? No escuché respuesta, pero se quitó los zapatos,
abrió la puerta, dada la baja velocidad del avión logró abrirla
unos treinta centímetros y calzó uno de los zapatos en la parte
baja, cerca de la bisagra.
Yo
pensé, este no es el procedimiento, pero puerta abierta, es
puerta abierta. Llegando a los trescientos pies yo veía las
olas muy altas, hice un pequeño alabeo, me pareció ver la punta
del ala izquierda clavarse en una ola, escuché la voz serena
de Nacho decir, buscamos el viento? - buscamos el viento - afirmé.
Mientras llevaba unos veinte grados de banqueo, a la izquierda,
Nacho puso sus manos sobre los controles y me acompaño en el
viraje.
El mar aparecía siempre más imponente; azul oscuro intenso y
mucha espuma por todas partes.
Sin haber cambiado el ángulo de planeo, me vi con el avión como
dentro de un callejón amplio pero sin salida, una pared de agua
oscura estaba frente a nosotros. Halé del mando para superar
el obstáculo, sonó el pito de Stall en dos pequeños pii-pii,
cuidado - dijo Nacho - empujándome el mando - no lo dejes estolear.
Eso
no me preocupaba, ya que sabía que el pito tocaba quince nudos
antes del reconocimiento de stall, apenas superamos la ola,
nos encontramos sobrevolando una superficie de agua plana con
mucha espuma.
Estábamos
a punto de toque, comencé la paralela, la espuma de superficie,
daba una buena referencia de altura, compensé el estabilizador,
mantuve el avión en un pequeño ángulo positivo. En un momento
sentiríamos el halón de la cola tocando el agua. Qué pasa? Eso
parecía preguntarnos sin pestañear.
El
agua parecía estar bajando debajo de nosotros.
Cierto,
la superficie del agua bajaba, es así como se forman las olas,
de un lado baja y por el otro sube.
Mantuve el avión en esa posición algunos segundos, parecía demasiado
tiempo.
Yo
no giraba mi mirada para ver la cara de Nacho para no distraerme,
creo que tampoco él miró en esos momentos.
El
avión sigue bajando y el agua también, tuve que empujar algo
el mando para mantener buena velocidad.
El
agua dejó de bajar, una enorme ola se presentó delante de nosotros,
muy cerca además, halé suavemente el mando tomando un ángulo
positivo del avión, mirando hacia arriba; no pude ver el cielo,
la ola me tapaba la vista.
Yaaaaa!!!!
- grite a pulmón lleno, mientras halaba todo el mando hacia
mí, en el mismo momento Nacho puso su antebrazo derecho sobre
su frente, se inclinó hacia delante en posición de colisión
y con la mano izquierda sobre la viga del mando, haló junto
conmigo. El avión totalmente limpio, todavía tenía buena velocidad.
No miré los instrumentos, pero tomó un ángulo positivo de más
de veinticinco grados, cerca de los treinta - diría yo.
Unos
instantes de confusión. Sentí agua sobre mi cara y un golpe
duro frío sin anestesia sobre mi nariz, a la altura donde descansan
los lentes. Pude sentir el golpe sobre mi hueso nasal, como
si alguien me estuviera operando al estilo Tibetano. Habíamos
chocado con esa enorme ola.
Co……,
esto no estaba en el procedimiento! - no sé si lo dije, pero
lo pensé - no es así que se hace un amarizaje!!
Sacudí
bruscamente la cabeza como harían los perros para escurrirse
el agua. Miré a mi derecha, Nacho se estaba liberando del cinturón.
Me deshice de los audífonos y otras cosas que me habían llegado
encima; agarré la hebilla de mi cinturón, ya con el agua a la
altura del ombligo, mientras vi a Nacho saliendo pisando el
ala del avión, ya más de veinte centímetros bajo el agua. Me
engañaron, dije, entre mí - se supone que el avión debía flotar.
Mientras
pisaba con mi pie izquierdo el piso derecho del avión, mi rodilla
derecha, dolorida, estaba encima del espaldar del copiloto,
caído hacia delante. Observé con preocupación un hueco en forma
de gota, como una cuarta de largo en el lado derecho del parabrisas.
El avión estaba en una picada de 45 grados.
Me apoyé con la mano derecha sobre el espaldar ya inundado,
agarré algo, lo levanté; era mi cámara Canon, regalo de mi buen
amigo Jerry Moore - ya está mojada - la solté. Miré afuera,
allá estaba Nacho esperándome, señor Franco apúrese - me dijo.
Nacho!!!
Tu tienes el bote?, no! pásame el bote! Miré hacia dentro del
avión, allá estaba el maletín amarillo flotando al alcance de
mis manos. Tome, agarre - se lo pasé y salí del avión, deslizándome
en el agua sin tener que saltar, miré hacia arriba, allá estaba
la cola de mi avión como las colas de las ballenas en las fotos
fantásticas de National Geographic.
Como
todos los buenos buzos, soy mal nadador. En el agua, sin inflar
el chaleco, vestido y con los zapatos puestos, no lograba coordinar.
Vino
una ola y lo arregló todo. Me acordé de algo en el avión, me
di vuelta, ya no había nada - no había quedado rastro alguno
del avión. Habían transcurrido 45 segundos desde el momento
del choque con la ola. Busqué alrededor todo desorientado, allá
estaba Nacho con una inmensa torta amarilla - el bote estaba
inflado.
Nacho
me hacía señas de ir hacía allá. La distancia no era más que
unos diez metros, pero el viento lo alejaba con la misma rapidez
que yo podía avanzar.
Me
resolví, respiré profundo, me sumergí; así pude alcanzar la
mano de Nacho que se mecía tendida ansiosamente hacia mí.
El
bote estaba volteado, vamos a tener que voltearlo - dijo Nacho.
Una y otra vez; no se daba cuenta que yo me estaba recuperando
de la zambullida.
Se
fue al lado opuesto, agarró la bombona de inflado, haló hacia
abajo y el viento favorable hizo el resto. La torta amarilla
dio vuelta sobre si misma, suba - dijo Nacho desde el lado opuesto
del bote; solo mecí la cabeza en señal negativa.
De
un salto, Nacho subió al bote, vino hacia mí y me ayudó a subir.
Automáticamente nos colocamos en posición opuesta, de frente
uno al otro, con las piernas estiradas sobrepuestas lateralmente.
Antes de respirar dos veces, pregunté - Nacho!!, que es lo primero
que hay que hacer en esta situación?. No sé, contestó, será
mantenerse quieto. Bueno!! - dije - vamos a mantener la calma.
La
inmensa torta amarilla, era inmensa como torta, pero como bote,
era como una pluma al viento. Un tubo de unos cincuenta centímetros
en forma octogonal, casi redondo, de aproximadamente tres metros
de diámetro, con una membrana impermeable en el fondo. Eran
todas nuestras esperanzas. Miré mi reloj, eran las siete y cuarenta
minutos de la mañana.
Nacho!!,
vamos a tratar de secarnos, ya que si nos agarra la noche, debemos
estar secos o no aguantaremos el frío, así nos quedamos en descanso.
Rompí el silencio.
Nacho!!
- Sí señor Franco. Lávate la cara, estás llenos de sangre. Noo
- dijo, dejaría de coagular la herida y no dejaría de sangrar.
La herida está en la cabeza, pero lávate la cara, insistí; es
muy deprimente verte así.
Es
que tu no te ves - me dijo, y no sabes que aspecto tienes tu.
Si es verdad, yo también estoy sangrando en la cara. Por cierto,
dónde está la herida?, pregunté tocándome con una mano en la
frente; mi espejo contestó - es sobre la nariz y es bastante.
Me
toqué la nariz, me dí cuenta que tenía una tapa caída hacia
abajo, la subí, respiré con la nariz, funcionó. Me tapé la nariz
agarrándome con el índice y pulgar, soplé; lo que hice fue una
prueba de fuga. Todo en orden - dije - por aquí no van a salir
las tripas.
Mira!!!
- dijo Nacho, señalando hacia arriba, un DC-9, está a más de
6000 pie, pero ese no nos puede ver.
Comenté
con mi náufrago sobre mi debilidad por el mareo; Yo mareado
no sirvo de mucho, expliqué. Trata tú de no fatigarte, ya que
en cualquier momento vamos a necesitar todas nuestras energías.
Habían
transcurrido alrededor de veinte minutos cuando me dieron los
primeros ataques de vómito. Me di vuelta, de rodillas con la
cabeza hacia fuera y allá estaba, retorciéndome, reteniendo
el vómito cuando Nacho me dijo - Sr. Franco, libérese, vomite
y se sentirá mejor.
Entre un gemido y otro, comenté que no deberíamos ni vomitar
ni orinar, para no perder líquidos del cuerpo y deshidratarnos.
No tenemos nada para tomar y esto va a ser largo, comenté. En
una de esas, wash…., dejé salir lo que no pude retener; un líquido
oscuro color chocolate - sangre!!! De dónde pude haber tragado
sangre?, de la nariz me supongo, eso me tranquilizó.
Medio
sordo que soy, como todos los pilotos de sesenta y dale; pero
no pude dejar de percibir un resonar de reactores en la lejanía
cuando Nacho advirtió - mira - dos F-16, nos están buscando.
Esos
no nos van a ver, dije con voz pesimista y con tono desalentador.
Volteándome sobre mi hombro derecho vi la cara de Nacho con
una expresión como si me preguntara - bueno!!, pero tú eres
amigo mío o del tigre?
Hice
una sonrisa, expliqué lo que creí. A esa altura no nos pueden
ver, además estamos en la sombre de una nube; la balsa no refleja
el color.
Las
olas eran muy grandes, las sacudidas muy fuertes, el cielo se
puso oscuro, el viento soplaba del Este, el bote no daba vueltas,
ya que el maletín que lo contenía había quedado como estaba
dispuesto, amarrado al bote como un pequeño paracaídas en el
agua. Esto permitía que el viento no nos arrastrara a toda velocidad
y nos mantenía en una posición firme con las olas, Nacho estaba
con la espalda al viento.
Va
a llover, dijo Nacho con voz triste, lo que falta - replique
Yo, bueno!, dije - vamos a secar el bote para recoger agua dulce,
con qué achicamos? - con mis zapatos, dije, doblando las piernas
hacia mí, zafándome las calzaduras; menos mal que no me los
pude quitar en el agua, por poco me ahogo tratando de hacerlo
- murmuré.
Haciendo
ese movimiento, me di cuenta de tener algún problema en la rodilla
derecha y un dolor en el centro del pecho.
Me
puse a sacar zapatazos de agua, Nacho no colaboró.
No
era mucha en verdad, estabamos casi secos cuando cayo el gran
aguacero; duro como media hora.
Teníamos
bastante agua todavía; no me atrevía a probarla porque podía
estar bastante salada, cuando una ola reventó por encima de
nosotros y nos puso sentados totalmente en el agua, como en
una piscina para niños.
Apareció
una pequeña bolsa de tela de nylon, la usé para sacar agua y
mantenernos a flote.
A
lo que pasó el aguacero, avistamos un pequeño avión unos tres
kilómetros al Este de nosotros, mi compañero se agitaba mucho
venteando el chaleco en el aire, no te molestes le repetía con
frecuencia, desde allá no nos van a ver y cuidado no te vayas
al agua, que yo estoy mareado y no te podría ayudar.
Nacho
pudo identificar el avión, era un Piper basado en Aruba y tiene
dos ratoncitos pintados en la cola, es propiedad del Dr. Rubén
y piloteado por el Cap. Gregory Croes y el avión es conocido
como el RAT AYR III de Aruba, lo utilizan a menudo en la búsqueda
de lanchas con problemas.
Al
parecer el RAT AYR vino directo al punto de amarizaje, pero
no se acercaron lo suficiente; tal vez mal estimaron la deriva
que teníamos por el viento y la marea que ambas empujaban hacia
el Oeste; o si no se acercaron más porque estábamos a la sombra
de una nube y había mucha bruma.
Señor
Franco, el avión se fue, dijo mi compañero; tranquilo Nacho,
los Maracuchos nos vienen a buscar - repliqué.
A
las 10:15 se escuchó desde el Este, a la lejanía, sonido de
motores. Nacho avistó el avión antidrogas, un P3C Orion con
radar de la USAF (United States Air Force) - nos están buscando,
dijo contento Nacho - pero por qué está allá; allá no es, ven
para acá. El avión estaba en ruta y se desvió algo; fue directo
al lugar de amarizaje, no nos vio y siguió de largo.
A
lo que salió el sol, me alegré y exclamé, ahora sí nos van a
ver, con el sol brillante el bote resalta el color y nos van
a ver.
En
un momento sentí frío, me preocupé. En las películas cuando
un herido dice tener frío, al rato se muere porque está desangrado.
Me dije, será que estoy sangrando por dentro? Qué es este dolor
en el pecho? Qué está pasando con mi rodilla?, esas preguntas
sembraron en mi una atmósfera de pesimismo, me di vuelta dando
la espalda al sol; enseguida me calenté de nuevo, el pesimismo
se fue y no dejó rastro.
Me
di vuelta, Nacho!! - si señor Franco - vanos a hacer un pacto
los dos - que cosa señor Franco - no me vas a llamar más nunca
"señor" - y por qué? - porque yo lo digo!! - si seññ - está
bien.
Nacho
divisó otros aviones a la lejanía, pero no los pudo identificar.
En un momento, con un gesto inquieto, quiso quitarse la camisa
para hacer señales; no te la quites!!! Te vas a quemar e igualmente
no nos van a ver. Al rato me dijo por segunda vez, los aviones
se fueron. No
te preocupes, insistí, los Maracuchos nos vienen a buscar. Me
di vuelta con el pecho sobre la orilla de la balsa para calentarme
la espalda; de vez en cuando una ola rompía sobre nosotros,
Nacho estaba achicando con mis zapatos.
Me
relajé en esa posición y entré en plegaria. Dios mío, fue lo
primero que dije - ese pobre muchacho con veintisiete años,
metido en esto. Luego recordé lo que tenía pendiente para hacer,
llamar a Carmen por la noche, contarles una aventura a los nietos,
llevar a Carmen en procesión a San Sisto - Patrono de Alatri,
mi ciudad natal - por una promesa que debo pagar, nunca he fallado
una promesa, será este el momento?. Una ola nos sacudió más
de la cuenta y me preocupé que se partiera el bote, me reincorporé
en mi plegaria - Señor, pregunté - será ese bello amanecer el
último que yo haya visto?, qué cosa les contarán a mis nietos?,
cómo será Carmen viuda?. Haciéndome esas preguntas me quedé
dormido algunos minutos. Soñé estar en esa misma balsa sobre
un agua tranquila, poco profunda, transparente y se veía el
fondo como de granzoncillo redondo y blanco, abrí los ojos,
miré el reloj y pregunté - Nacho, tenemos aquí casi cinco horas?,
si, afirmó, son las doce; vinieron otros aviones, pero ya se
fueron.
No te preocupes, dije una vez más, los Maracuchos vienen a buscarnos
- tu crees?, replicó. No, no es que creo, es que estoy seguro,
afirmé. A las doce y veinte, Nacho avistó otro avión, es el
Orion del SAR de Curaçao, afirmó, nos están buscando, pero anda
por allá muy lejos. Recorriendo de Norte a Sur, se perdió del
horizonte. A los diez minutos exactos, Nacho exclama de nuevo-
allá está otra vez, pero está muy lejos!!! Esta vez llevan rumbo
Este - Oeste. Nacho, estamos hechos, son profesionales y nos
están buscando, dije muy tranquilo, arrecostado sin agitarme.
A
las doce y cuarenta y cinco, el Orion con rumbo Este - Oeste,
apenas unos doscientos pies de altura y a escasos doscientos
metros al Sur, pasó sin hacer el mínimo movimiento de alas,
prendió las luces, ya nos vieron, grité. Nacho insistía que
no nos habían visto. Si nos vieron, insistí, es que prendió
las luces!!. Desde ese momento, los minutos se hacían más largos,
pero ya no había tiempo para mirar el reloj.
El
Orion volvió a pasar mucho más cerca, venía del Este. Trae las
luces encendidas, dijo Nacho - pues es que ya nos vieron, grité.
Pasó
al Sur de nosotros, quizás a cien metros. Pero, qué pasa?, dijo
Nacho, todavía no nos ven?. Tranquilo!!, insistí. Pero ni un
alabeo ni nada. Tranquilo Nacho, es que son profesionales.
El Orion volvió a pasar, venía desde el Oeste, venia tan bajo,
que daba miedo; parecía querer chocar con las olas. El ala derecha
cubrió la balsa, lo vimos en todos sus detalles, justamente
encima de nosotros soltó dos balizas, una cayó a escasos cinco
metros, la otra un poco más allá. Sí, nos vieron, gritó Nacho,
voy al agua a buscar eso! No te atrevas, quédate sentado, nada
es que debamos buscar!; pero puede que sea un radio para comunicarnos,
insistía Nacho. Quieto, si debieran darnos algo, lo hubieran
puesto en el bote - afirmé.
No
comenté para no asustarlo, pero habíamos estado tirando afuera
agua con sangre, además él tenía heridas frescas en su cabeza;
una zambullida en esas circunstancias, podría quemar el pan
en la boca del horno; es que los tiburones viven en el agua.
Mientras
mirábamos el avión perderse en el horizonte, vino un barco tanquero
rumbo hacia nosotros.
Al
poco rato nos sobrevoló un aerocommander, el 854CP con el Cap.
Luis Amaya al mando y un Cesna 310 que Nacho identificó con
facilidad.
Eran
los Maracuchos que nos estaban buscando!!.
Mira
el barco, está cerca, me decía Nacho, dirigiéndose hacia mí
de esa manera, ya no debía llamarme Señor, pero no se atrevía
a llamarme Franco.
Ese
barco no se va a parar, dije con voz firme y me arrecosté para
consolarme del mareo.
El
barco no se paró, dijo Nacho con voz temblorosa. Tranquilo,
contesté con voz amorosa, casi paterna, ese no se paró porque
otros vienen a buscarnos.
Al
poco tiempo volvió sobrevolarnos el Cessna 310 de Renato Di
Zio, iban Gaetano Di Zio, Alejandro Torres, Nixon Torrez y Patrick
White, hicieron una rasante con una serie de alabeo y se esfumaron
hacia el Sureste.
Quedamos
de nuevo los dos solitos, en la inmensidad del mar, que todavía
cuando venían esas olas inmensas, muchas veces yo he cerrado
los ojos y agachado la cabeza para no verlas!!.
Entre
tumbo y tambo, llegó a mi oído un blo-blo-blo, el clásico sonido
de un helicóptero. Siempre he detestado ese sonido, pero en
ese momento en particular, me sonaba a gloria. Los dos erigimos
la cabeza.
Pero
solo cuando una ola nos elevó, pudimos ver un helicóptero Linx
de la Real Marina Holandesa, a cien pies sobre el agua, dirigirse
hacia nosotros.
Nos
pasó por encima y se alejó hacia el Oeste, se acercó lentamente
mientras un hombre bajaba de una cuerda de acero, éste bajó
dentro del bote, nos miró; Nacho sentado sobre la borda, Yo
sentado en el fondo, casi recostado, pues el mareo me tenía
abatido. Preguntó algo en Holandés, los dos levantamos los cuatro
pulgares hacia arriba en son de o.k. El hombre sonrió, dirigió
un arnés de faja hacia mí, pasé los brazos y los hombros por
la faja y allá un tirón violento, me encontraba suspendido en
el aire, al estilo James Bond, en mi ambiente, sin mareo ni
nada por el estilo, recordando las muchas veces que he usado
ese método en mi trabajo, guindando de la guaya de una grúa
para posicionarme en un lugar inaccesible, o para ahorrarme
subir por una incómoda estructura; inclusive, la cuerda era
antigiro. Al llegar arriba, me ayudé con las manos para no golpearme
la cabeza, me senté sobre la puerta, después de quitarme el
arnés; me deslicé hacia atrás recostándome de la pared, respiré
profundo, miré el reloj; eran las dos en punto.
El
rescatista bajó de nuevo; esta vez no fue nada fácil entrar
en el bote, pues con menos peso, el bote se volvió más vulnerable
a las olas y el hombre pudo entrar a rescatar a Nacho solo al
sexto intento. A las dos y cuatro minutos, vi la cabeza de Nacho
entrar por la portezuela del helicóptero. Nos abrazamos, nos
reímos, lloramos; solo nos faltó cantar.
El
rescatista paramédico le protegió las heridas de la cabeza de
Nacho, lo fajó con un vendaje, quedó como el turbante de Aladín.
Me
subí el pantalón para ver mi rodilla dolorida, había una herida
en forma de boomerang de diez centímetros de largo y muy profunda.
Esta también ameritó un vendaje. El helicóptero tocó tierra
en Aruba a las 2:55 minutos. Una multitud de gente rodeó el
helicóptero; entre médicos, enfermeros, técnicos y curiosos,
habían unas cuarenta personas.
Dos
ambulancias nos estaban esperando. Fuimos llevados a la medicatura
del aeropuerto donde recibimos las primeras atenciones médicas
y un gran calor humano, cosa característica de los pobladores
de Aruba. Además entró Andy, Alí Torres, Nixon, Patrick, Gaetano,
entre otros.
Mientras
me atendían, recibí dos llamadas telefónicas por los propios
teléfonos de la medicatura; Eliana desde Caracas y Cinzia desde
Chicago.
Eliana
me preguntó quién era quien me estaba regañando en Italiano.
Es una bella muchacha, le dije, y de ojos azules. Le pedí un
vaso de agua, a cambio me mandó a puyar con un suero. Se trataba
de la médico jefe de ese departamento, una Caraqueña que también
habla Italiano.
Después
de recibir los primeros auxilios, fuimos trasladados al Hospital
Dr. Oracio Oduber, donde fuimos atendidos maravillosamente.
Nos
cosieron las heridas, nos radiografiaron de pies a cabeza y
después de estar varias horas en observación, fuimos dados de
alta a las nueve de la noche. Al salir del hospital, otra máxima
expresión de cariño y de calor humano. Allá estaba esperando
la Señora Isabel Rincón, hija de mi amigo y colega Hernán Rincón
y su hija Cristina, que desde temprano habían estado allá esperándonos
y pasando bajo cuerda frutas y emparedados para nosotros y toda
la pandilla.
Fuimos
huéspedes en su casa, atendidos con todo el esmero que uno se
puede imaginar.
Al
acostarme, pasadas las once de la noche, me di cuenta que había
fallado a una promesa; no había llamado a Carmen allá en Italia.
Al
día siguiente, después del desayuno, ya listo para salir para
el aeropuerto, vestido con nuestra ropa - nuestra anfitriona
se había ocupado de que fuera lavada durante la noche - llamó
mi cuñado desde Italia, después de asegurarse de que estuviera
bien, me pasó a Carmen; la única allá que hasta ahora no sabía
nada.
Mientras
la informaba y la tranquilizaba a la vez, llegó Alí Torres con
una tijera y me corto los pantalones en tiras hasta la rodilla.
Nacho
tampoco pudo escaparse de esta fechoría.
Bueno!
Comentaba Alí Torres, no pueden llegar así a Maracaibo, nadie
va a creer que son náufragos,
Al
llegar al aeropuerto allá nos estaba esperando Gaetano Di Zio
con el 310; el YV-916P, listo para llevarnos a casa.
Las
autoridades del aeropuerto y emigración fueron muy atentas y
comprensivas. Nacho y Yo no teníamos ningún tipo de identificación
y nuestros acompañantes y los aviones habían llegado a Aruba
desde la búsqueda, sin combustible, sin planes de vuelo, ni
pasaportes.
Ya
estaban circulando los periódicos con la noticia del rescate
y la foto fantástica del helicóptero, tomada por el P3C Orion
con el rescatista y Yo suspendido del cable, y Nacho en la pequeña
balsa.
Mucha
gente nos reconoció, nos saludaron fraternalmente haciendo preguntas
curiosas, como lo de haber tenido miedo o que si habíamos visto
tiburones o visiones raras. Entre una pregunta y otra, les autografiamos
los periódicos.
El
viaje a casa fue muy entretenido, se hicieron chistes sobre
todo lo imaginable. El viaje duró alrededor de cincuenta minutos.
Al tocar tierra en Maracaibo, el avión pasó por la rampa internacional
donde fuimos despachados rápidamente; luego nos dirigimos al
hangar de Tower Air.
¡¡Había una gran multitud de gente!! Amigos y parientes, además
de cuantos estén relacionados con la aviación en Maracaibo,
estaban allá esperándonos. Fue algo muy conmovedor, abrazos,
besos, flores, lágrimas, gritos de alegría; hubo de todo.
Allá
se podía apreciar de que sí tenemos amigos y muchos; los que
no pudieron estar físicamente en el lugar, se hicieron presentes
con una y otra llamada telefónica.
Estuve
dando mi relato una y otra vez, entre lágrimas y sollozos -
así lo comentaron los periodistas en Panorama al día siguiente.
Se
me acercó Nacho buscándome entre la muchedumbre, me apoyó una
mano en el hombro y con una sonrisa, enseñando sus frenillos,
me dijo - compañero, dime la verdad, por qué te devolviste hacia
el avión, que querías buscar? El copiloto - respondí.
El
Barón Rojo, el Snoopy, el compañero de siempre, de dos mil trescientas
y tantas horas de vuelo, ese fiel e infalible compañero, con
su inmutable sonrisa, se quedó en el avión; en su avión, tal
como lo haría un orgulloso capitán con su barco. Hasta ahora
no podía entender por qué un niño llora cuando pierde a su muñeco;
ahora sí.
Andy
me acompañó a casa, Licia se había adelantado y fue a preparar
el almuerzo (muy buena cocinera, por cierto). Eliana llegó de
Caracas, Alex, hermano mayor de Andy y Licia ya había llegado
de Puerto La Cruz y en la tarde tuvimos una reunión de trabajo
en mi casa.
La
tarde pasó muy rápidamente entre abrazos de amigos y familiares,
además de atender un sin número de llamadas telefónicas procedentes
de todos lugares.
A
las once de la noche, Eliana apagó los celulares, desconectó
el teléfono y..... a dormir, me dijo, ya está bastante crecidito
como para estar echándonos vainas de estas; su cara reflejaba
una amplia sonrisa y los ojos llenos de lágrimas, mientras su
rostro no podía ocultar ese orgullo que le salía de adentro
y que mudo decía - ¡ese es mi papá!!
La
mañana siguiente, desperté como de costumbre, antes de las seis
de la mañana, al afeitarme, pude verme en el espejo; los ojos
hinchados, un hematoma generalizado formaba una máscara azul
que baja hasta la altura del bigote - que molleja!!
Eliana
dormía, me pasé a la cocina, hice café. Mientras sorbeaba mi
expresso, desde la ventana de la cocina, con las primeras luces
del día, se veía la superficie del Lago de Maracaibo como un
espejo, reflejaba la primera luz del amanecer. Estuve pensando
que diferente hubiera sido un amarizaje con un agua tranquila
como esa. Con ese pensamiento pasé a la sala, subí la persiana
para ver mejor el Lago, me quedé algo pensativo.
En un momento me sorprendió el sol naciente en una inmensa,
esplendorosa y colorida aurora, llena de luces y colorido, a
lo largo de todo el horizonte.
Me quedé atónito, mi mente viajó velozmente; recordó todas las
cosas bellas que haya visto. Estaba frente al más lindo de los
amaneceres que puedan recordarse.
Con
los ojos llenos de lágrimas, reventé en llanto gritando - gracias
Señor, no era aquel el último amanecer que debí ver!!!
Yo
estoy bien identificado de que somos todos los seres vivientes
sobre la tierra, estamos dados para cumplir una misión; al parecer
yo no he cumplido con la mía.
Cuál
será el mandado que debo cumplir? No sé, pero aquí estoy, listo
para seguir; será que tendré la oportunidad de seguir el viaje
que dejé apenas comenzado?.
En
cuanto a los nietos, contarles una larga aventura, enseñarles
a trepar los árboles, hacerles conocer que es el bien y que
es el mal; enseñarles a hablar con una persona mirándola a los
ojos, más que todo cuando la persona sea una chica de ojos lindos;
que cuando estén enfrente a algo feo, compararlo con algo peor;
a crearse una conciencia propia, formándose una autoestima,
ser hombres de bien y sobre todo tener una gran Fé en Dios.
Por
cierto, lo de llevar el avión hasta California era solo el comienzo
de un largo viaje.
Al
tener listo el avión antes de salir fuera del área del taller
de Victor Aviation, hubiera volado unas treinta horas por la
vecindad; volar sobre el desierto Mojave, visitar el cementerio
de aviones más grande del mundo, volar la zona de los viñedos,
el Napa Valley..., Silicon Valley; visitar a Luigi Ponte en
su vinícola, volar dentro del Gran Cañón, bajar hasta Cabo Coronado,
dar vueltas hasta decir basta y después hacer un servicio al
motor; despedir al señor Victor y emprender el viaje de regreso.
Subir hasta Vancouver era el plan, visitando cuanta belleza
encontraríamos de paso.
Visitar el Yellowstone Park, arrear los búfalos con el avión;
pernoctar en él, volar la inmensa llanura que se extiende al
Este de Kennewik sobre el Columbia River, entrar a Canadá en
Burnaby, cruzar hacia el Este hasta el Lago Superior, exactamente
a Thunder Bay a visitar la Zia Iolanda, que pronto va a ser
bisabuela.
Bajar
a Oskosh, seguir a Chicago para visitar a Cinzia con su esposo
David y sobretodo, el Patito Feo (Sebastián) en Schaumburg;
hacer un toque en el aeropuerto Meigsfield, antes de que lo
cierren. Cruzar hacia el Este hasta West Virginia, visitar unos
amigos en St. Martinsville sobre el río Ohio, salir sobre la
costa en Virginia, bajar hasta Florida, descansar unos días
y regresar a Maracaibo.
Será
que esa persona que cuando niño soñó con ir a Las Galápagos
y fue, soñó con ir a Australia y fue; también se le cumplirá
este sueño?… Dios sabrá.
Franco
Bellarosa
El Piloto del YV-1450P