Caso YV-1450P
Redactado por su propio protagonista


CUENTO DE PILOTO

Todos conocemos la fama de los cuentos fantásticos de los cazadores y pescadores; sin embargo, los cuentos de los pilotos, aun cuando no tenemos razones como para abrir los brazos en señal de decir "así de grande", no se quedan atrás.

Quien haya tenido la oportunidad de leer los cuentos de pilotos del pequeño libro "Aproximación Final", del Capitán Diógenes Torrella, (q.e.p.d.), fallecido en el accidente del DC-9 en Maturín el año 1973, puede darse cuenta que las realidades son más fantásticas que las fantasías o imaginación, como las defino Yo con mis nietos, Federico de cuatro años y medio, Andrés de seis años y medio, además de Sebastián, alias Patito Feo, que ahora tiene apenas catorce meses.

Quisiera poder escribir este cuento con el espíritu y delicadeza, como lo hubiera hecho el Cap. Torrella en su cuento Aproximación Final, el capítulo "Un Lirio Silvestre":

* * *

Un Lirio silvestre, de un delicado color rosa, crecía sobre el montón de tierra húmeda cubierta de hierba. Él lo estaba contemplando extasiado y se preguntaba cómo había logrado crecer allí. Siempre venía a visitar el pequeño montículo, situado en un rincón del enorme terreno sembrado de mangos, naranjos y nísperos, que ocupaba el corral de su casa.

Allí estaba enterrado Boca Negra, su más querido y fiel amigo; él mismo había abierto el hueco y colocado amorosamente el inerte corpachón en su fondo; luego, rellenado y apisonado con una pala, con la tierra sobrante había erigido el pequeño montículo que ahora se destacaba sobre la plana tierra.

Diógenes Torrella

* * * *

Posiblemente agregue dos cuentos del Cap. Torrella, uno fantástico y uno de imaginación, para así poder saborear y apreciar lo fantástico.

El 26 de Julio de 2001, sobre la cabecera 02 izquierda del Aeropuerto de Maracaibo, a los pocos segundos de haber empujado a fondo el acelerador, la aguja del velocímetro pasó a indicar los 70; halé ligeramente el bastón y el pequeño avión comenzó a subir suavemente, deslizándose sobre el aire con indescriptible suavidad. Subí el tren de aterrizaje en el momento que escuché por los audífonos del intercom: "catorce cincuenta papa - su despegue a las uno cero nueve - cambie con diecinueve siete - tengan ustedes un feliz viaje". Nacho, sentado a mi derecha, atendió la radio con el esmero de su profesionalismo, luego me dijo "el rumbo es 036", mientras trataba de conseguir la señal de satélites en su pequeño GPS portátil.

Abrí mi pequeña computadora con pantalla de 7" con un GPS conectado y un programa de Moving Map y apareció la marca del avioncito sobre la línea de la ruta preprogramada.

Con una velocidad de 106 nudos y una rata de ascenso de 600 ft/min, a los 14 minutos, Nacho reportó con el APP de Maracaibo, nivelado 20 millas afuera.

Al terminar de ajustar la potencia de crucero y el debido ajuste de mezcla, despegué la mirada del tablero para ver la inmensidad del amanecer en una extraordinaria aurora rebosante de rojo coralino y un medio disco de sol, rojo brillante, que a los pocos segundos se volvió tan intenso que no se podía mirar.

Nacho, mira que belleza de amanecer; si es verdad - asintió sin dejar de mirar el pequeño GPS. Mira, dijo, ya entró la señal. Claro, dije en son de broma - ese trabaja con el sol, menos mal que en este viaje no tenemos contemplado volar de noche. Nacho, un joven Marabino de 27 años, de respetable familia, Ingeniero Industrial graduado, con una inmensa pasión por los aviones y para volar. Lo conozco desde varios años atrás. Siempre lo he visto en el Aeroclub de Maracaibo limpiando aviones; al principio era la mejor forma para estar en contacto con los equipos, los aviones. Con el apoyo de la empresa Tower Air, del Sr. Alejandro Torres, Nacho se ha hecho un piloto profesional, vuela casi todo tipo de aviones con motor de pistón, ha estudiado en USA, posee Licencia Comercial Americana y conoce las normas y reglas de vuelos de Estados Unidos de Norteamérica. En Maracaibo, presta sus servicios a todos los que necesitan de él; vuela con tanta frecuencia, que en poco tiempo ha acumulado alrededor de dos mil horas.

Yo, Franco Bellarosa, llegado a Venezuela en Noviembre de 1955, antes de cumplir los 20 años, siempre trabajando en el área de la industria petrolera - en los años 1968 fundamos una empresa contratista familiar, con dos de mis cuñados - hemos trabajado duramente. Mi trabajo siempre ha estado relacionado con la mecánica, luego con movilización e izajes de equipos pesados, actividad ésta que induce a adquirir una disciplina de perfeccionamiento, una conducta metódica, secuencial y precisa y a calmar las emociones; ante todo, a no exteriorizarlas.

Me hice piloto en la ciudad de Anaco en el Estado Anzoátegui, en una escuela dirigida por el Cap. Salomón Arraez. Mi primer vuelo solo fue el 11 de Junio de 1975, en un C-150 - el YV-E-KPM - ahora cuento con 3419 horas en la bitácora, de las cuales más de 2330 horas son en el catorce cincuenta papa un BE36 Bonanza, modelo A-36, serial 1220, fabricado en el año 1978 y con 19 años en mi poder.

Al llegar el momento de disponerse a cambiar el segundo motor, quise darme el capricho de mi vida, instalar un motor "Victor Black Edition Two"; era lo máximo para mí. Como si eso fuera poco, el plan era llevar el avión a Palo Alto, California, en los talleres de Victor Aviation. Con la ayuda de mi sobrino Andrés,(Andy), joven ingeniero y piloto, se hicieron todos los arreglos y se hizo compromiso con Victor Aviation para dejar el avión en sus talleres hacia el final de Julio.

Mi esposa Carmen, Italianita chiquita, pero con mucho carácter, es madre de nuestras tres hijas, todas casadas, Cinzia, Psicólogo Industrial, en Chicago con un bebé de catorce meses "Sebastián", mi cariñoso Patito Feo. Eliana, Ingeniero Civil, en Caracas con dos niños, Andrés y Federico de seis años y medio y cuatro años y medio, muy amigos míos. Y Cristina, Arquitecto, actualmente en Madrid.

Cuando hice el programa de mi viaje, mi esposa no la incluí, pero se hizo un plan de vacaciones para ella en Italia, reuniéndose allá con dos de sus hermanos y otros parientes, en un pueblo de montaña "Palagano" en la Provincia de Modena. Salió el veintitrés de Julio, solo tres días antes de que yo iniciara mi viaje, pero antes quiso conocer a mi navegante Nacho, así que preparó una cena con tortellini traídos de Palagano, en la cena también nos acompañaba una pareja de amigos - recién abuelos - Anna y Paolo di Turo.

Al pasar la posición - Nacho - ó sea el Archipiélago de Los Monjes, dentro del Golfo de Venezuela - en la posición geográfica N 13º 00' W 71º 00- el rumbo magnético era 360º ó sea 00.00 Norte franco, apuntando Providenciales.

Bueno, Nacho, mira esto: a los 60 minutos de usar la gasolina del tanque derecho, paso el selector al izquierdo; dos minutos más tarde abro una válvula debajo del apoya brazo y acciono el interruptor instalado en el tablero de breakers y ya; en quince minutos los trece galones de combustible del tanque auxiliar que esta allá atrás, pasan a llenar de nuevo el tanque derecho.

Que bien - afirmó Nacho - así nos quedan dos horas para el alterno. Un momento más tarde, enseñándome una carta náutica Jeppssen, dijo que dentro de poco entraríamos en área de control de Curaçao, así que voy reportando estimando el FIR en cinco minutos. Curaçao atendió la llamada y dio otra frecuencia, ya que esta era muy ruidosa.

Mira como el indicador de combustible va subiendo - dije señalando el instrumento con mi dedo índice - cierto, dijo, es extraño añadió, ver el indicador de gasolina subir en vuelo, generalmente baja. ¿Por qué este - el indicador de temperatura de aceite - marca tan bajo? Ese indicador a veces baja hasta cero - señalé. Pero basta resetear el master, cosa que voy a hacer al terminar el trasiego de la gasolina y vuelve a su posición normal.

Nacho seguía hablando con el APP de Curaçao; el reloj de vuelo ya marcaba una hora y diecisiete minutos, desconecté el interruptor del trasiego, pero no hice el reset de master para no apagar los radios y no interrumpir la conversación con Curaçao, a lo que terminó de hablar, señalando el indicador de combustible dije, mira, ya está lleno de nuevo. Nacho no contestó y escaneando el tablero con su mirada, preguntó con voz firme: este indicador por qué está en cero?!!

Ya verás - repliqué - no, no me interrumpió, esta es la presión de aceite!!!!

A la vaina, dije, con mi expresión de asombro. Miré afuera a ver si hay algo anormal, me estiré mirando afuera alcanzando a ver toda la capota y el lateral del motor; todo limpio por aquí dije, igualmente por aquí dijo Nacho. Regresamos!!! pregunté, Nacho hizo un gesto negativo con la cabeza. Luego dijo - si esto fuera falta de aceite, ya el motor estuviera apagado. Reseteé el master, el indicador de temperatura del aceite indicó 78ºC. Nacho confirmó la temperatura del cabezal del cilindro, 190ºC…. mira, replicó, los regímenes de temperatura están correctos.

Mira, dije, cero vibración, más suave no se puede. Será que este manómetro es eléctrico y se ha dañado. No, no - dije - ese manómetro es totalmente mecánico.

Bueno!!! Insistió Nacho, pudo haberse… o algo se dañó, por eso no indica presión. Mira las temperaturas están correctas y el motor fino, que puede estar pasando? Déjame ver - dijo - sacó de su cintura la navajita mágica Víctorinox, abrió el destornillador de estrella; vamos a ver - dijo con voz serena.

Será que este indicador tiene algunos componentes eléctricos que estén fallando?. Sacó el tornillito que retiene el vidrio cuadrado del pequeño manómetro, sacando así el vidrio, vimos el manómetro detrás de la carátula, nada que ver, dije, es totalmente mecánico. Nacho volvió a colocar el vidrio con precisión, pero poco satisfecho.

Mira afuera, dije, todo limpio sin rastro de aceite y sin la menor vibración…. debe ser sin duda una falla del instrumento; que hacemos?, repliqué. Seguir y tranquilo - dijo Nacho, han pasado más de cuatro minutos de que nos dimos cuenta, las temperaturas siguen normales y el motor fino, en providenciales tendremos el tiempo de revisar y arreglar lo que sea, dijo. Volvimos a nuestras tareas. Yo saqué mi tablita y anoté lo referente a consumo de gasolina y tiempo de vuelo, Nacho volvió a agarrar su GPS, Yo miré mi Moving Map, medio grado a la izquierda me dijo Nacho, corregí el rumbo y me relajé hacia atrás.

Pasaron un par de minutos en un silencio aburrido, pero incierto, nuestras miradas eran hacia fuera y lejanas. En un momento recordé que la noche antes, había llamado a Eliana para saludarla y saludar a Andrés y Federico. Cuando Nonnino venga - les dije a ambos - les contare una aventura verdadera, sin imaginación ni fantasía. Ellos ya sabían de mi viaje inclusive la ruta, ya que su mamá a petición de ellos, les había marcado en un Atlas el recorrido previsto.

Me di vuelta hacia atrás, mirando sobe mi hombro derecho y vi la mágica e inmutable sonrisa de mi copiloto oficial, 2300 horas conmigo, un "Snoopy" de peluche vestido de Barón Rojo - regalo de Cristina y sus hermanas - siempre me había acompañado en las buenas y en las malas, allá estaba tranquilo como siempre.

En un instante se rompió el silencio. Una fuerte vibración repentina del motor, atrajo toda nuestra atención.

Qué es esto???, preguntó Nacho con voz firme mientras tiró su mano izquierda hacia los controles del motor. Su mano se cruzó con la mía mientras dije, es una emergencia.

Rápidamente dominé los tres controles, bajas RPM - mezcla rica - potencia reducida al mínimo, mientras Nacho por la radio dijo: Emergencia!!!! Emergencia!!!! YV-1450P, estamos en emergencia. Las palabras salían de su boca dura, áspera, nunca hubiera reconocido su voz con ese tono.

Qué tipo de emergencia? Preguntaron todavía en Español.

La bomba de aceite dejó de funcionar hace varios minutos, tenemos vibración en el motor y ya se va a apagar.

Ya el tono de voz de mi navegante había regresado a su normalidad; conversaba con voz serena.

Yo había comenzado un viraje suave a la derecha, ¡Aruba! - dijo Nacho - rumbo a Aruba!

Logré controlar las vibraciones del motor en 1700 RPM; al concluir el viraje de aproximadamente 145º, había reducido la velocidad a 90 nudos, apenas habíamos perdido unos 200 pies de altura. Nacho seguía hablando; las conversaciones por la radio eran plácidas y serenas, transmitía nuestra posición por coordenadas geográficas, por radiales y distancia de los aeropuertos más cercanos "Aruba y Curaçao" por punto de triangulación de aerovía "DUNER" y por distancia de la costa más cercana, Aruba.

Comenzó a entrar humo en la cabina, Nacho abanicó la mano izquierda como para deshacerse del humo y siguió hablando. Yo recordé todas las instrucciones de qué hacer en este caso, cerrar el combustible para que se apagara el motor, pero el egoísmo era muy grande, ver la hélice dar vuelta, inspiraba muchas esperanzas. Me tranquilicé por el olor de humo, no era de combustión sino de aceite caliente.

Ya estaba bastante nublada la cabina, cuando abrí la ventanilla lateral, enseguida desapareció el humo, pero no dejé de estar preocupado. Recordé por un momento las primeras escenas de la película que en Venezuela vimos con el título de "El Paciente Inglés". Las llamas del motor del biplano de cabina abierta, lo quemaron, pero puso el avión en tierra y salió vivo.

Busque un barco, me repetía Nacho con mucha frecuencia. Simplemente no habían barcos por todo eso.

El humo ya no entraba en la cabina, pero yo estaba consciente que la causa que producía el alza de temperatura estaba allá, en cualquier momento podría darse un incendio.

Me di cuenta que Nacho estaba hablando en Inglés; un avión de la United Air Lines atendió nuestra llamada e hizo puente con Curaçao, ya que al perder altura nuestra comunicación se hacía siempre más difícil.

Siete mil pies, dije. Reduzca velocidad, busque un barco - replicó Nacho. Me quité los auriculares del intercom para no distraerme y no interferir.

Reduje las RPM a 1500 y reduje la velocidad a 80 nudos. Un instante más tarde, el motor se apagó; se hizo el silencio.

Dios mío! Dije con voz que solo Dios y Yo podíamos escuchar, le prometí a los nietos que les contaría una aventura verdadera; esta es la aventura, ahora dame la oportunidad de contárselas yo mismo.

Pasaron unos instantes, Nacho habló por radio y dijo con voz triste, como un niño regañado, estamos sin motor.

Ajusté la velocidad de planeo a 85 nudos, era una velocidad segura de maniobrar, podía hacer un viraje para evitar un copo de nube, o para cubrir un lateral buscando un barco, con toda seguridad.

Nacho, seis mil - no contestó - estaba atento a la radio. Me entró la curiosidad de saber que le había pasado al motor; agarré la llave y le di vuelta en posición "start", la hélice giró normalmente, el motor no estaba trancado; nunca pretendí volverlo a poner en marcha.

A lo que me di cuenta que no estaba ocupado con las radios, dije - Nacho los chalecos. Sacó un chaleco detrás de mi espaldar, rompió la bolsa plástica con su fuerte dentadura, reforzada con una cantidad de alambres de los frenillos y desplegándolo me lo pasó. No, dije, tu primero; al poco rato me estaba pasando mi chaleco, tenga el avión mientras tanto; tomó el control. Mientras yo me vestía del chaleco, aprovechó e hizo dos virajes de limpieza, derecha izquierda y al dejarme el avión dijo: no hay un solo barco por todo esto y siguió con la radio.

El avión con el motor apagado volaba suave, sereno, de lo más lindo, recordé de la cola que me dio mi amigo Emil Hermann unas seis semanas antes en su planeador, en Altagracia de Orituco, no era comparable; mi Bonanza con el motor apagado, era mejor que cualquier planeador, de momento como si despertara de un sueño, me di cuenta que estaba disfrutando ese vuelo sin motor y con un Mar Caribe a escasos 4000 pies.

Nacho, el bote; se dio vuelta y agarro el maletín del bote de emergencia y lo acercó detrás de su propio espaldar.

Las conversaciones por la radio eran continuas y las agujas del altímetro giraban incesantemente en sentido antihorario.

A los 3000 pies de altura, le pregunté a Nacho ¿nos ponemos las bandoleras?, refiriéndome al cinturón que cruza sobre el pecho.

Con un gesto casi violento, agarró la punta de la correa a la altura de su hombro derecho y la haló hasta el medio del pecho, luego dijo, mejor que no, podríamos enredarnos y la regresó. Cruzó el antebrazo derecho sobre su frente, agarró la viga del bastón de mando "único en los Beechcraft", se inclinó hacia delante probando la posición de colisión y regresó a hablar por la radio.

Empujé el asiento totalmente hacia atrás y probé una posición con el tronco firme y los pies sobre los pedales. Acercándonos a los 1000 pies. No se había visto un solo barco - tierra - ni pensarlo. Mirando hacia abajo se apreciaba la magnitud de las olas rompientes propia del Mar Caribe. Se podía juzgar el tamaño de las olas por las inmensas manchas de espuma blanca que levantaba cada ola al reventar; las olas venían desde el Este, ó sea, de mi izquierda.

Estábamos en la línea perfecta para un amarizaje, según las indicaciones de los manuales de procedimiento, nunca había considerado seriamente que algún día debería poner en práctica lo que había leído en el conocido manual para pilotos "Aviación Aplicada".

Mucho de lo que he aprendido de este y de otros manuales, lo he puesto en práctica a lo largo de mis tres mil cuatrocientas horas voladas, sobre todo, lo de mantener la calma y confiar en sí mismo.

Pero, ¡ estamos frente a la máxima de las emergencias, sin motor y en alta mar ! .

Nunca pensé que no lo haría bien, más bien me preguntaba, que estará pensando Nacho de esta situación.

Recordé una de las clases de tierra del Cap. Salomón Arraez cuando dijo - aquí les enseñamos a volar y darles algunas nociones sobre lo que es la aviación, pero que es necesario que cada quien adquiera una propia conciencia y que ponga a valer sus agallas al momento oportuno - olvídense de que me dijeron, o de que me parece.

Nacho - si señor Franco - con el término de señor que ha usado hacia mí desde que nos conocimos, estamos a 1000 pies, deje la radio ya que tenemos otras cosas que hacer.

Se despidió pidiendo que nos buscaran, ya que íbamos a estar esperando. Dejó caer el GPS entre sus piernas, tiró los audífonos hacia atrás, estirándose hacia delante, barrió con su mirada todo el horizonte y en un movimiento negativo de cabeza dijo - no hay un solo barco en toda esa vaina. Mientras más bajábamos, más imponente se veía el mar.

Nacho, pregunté con voz serena, conoce el procedimiento para salir del avión? No escuché respuesta, pero se quitó los zapatos, abrió la puerta, dada la baja velocidad del avión logró abrirla unos treinta centímetros y calzó uno de los zapatos en la parte baja, cerca de la bisagra.

Yo pensé, este no es el procedimiento, pero puerta abierta, es puerta abierta. Llegando a los trescientos pies yo veía las olas muy altas, hice un pequeño alabeo, me pareció ver la punta del ala izquierda clavarse en una ola, escuché la voz serena de Nacho decir, buscamos el viento? - buscamos el viento - afirmé. Mientras llevaba unos veinte grados de banqueo, a la izquierda, Nacho puso sus manos sobre los controles y me acompaño en el viraje.

El mar aparecía siempre más imponente; azul oscuro intenso y mucha espuma por todas partes.

Sin haber cambiado el ángulo de planeo, me vi con el avión como dentro de un callejón amplio pero sin salida, una pared de agua oscura estaba frente a nosotros. Halé del mando para superar el obstáculo, sonó el pito de Stall en dos pequeños pii-pii, cuidado - dijo Nacho - empujándome el mando - no lo dejes estolear.

Eso no me preocupaba, ya que sabía que el pito tocaba quince nudos antes del reconocimiento de stall, apenas superamos la ola, nos encontramos sobrevolando una superficie de agua plana con mucha espuma.

Estábamos a punto de toque, comencé la paralela, la espuma de superficie, daba una buena referencia de altura, compensé el estabilizador, mantuve el avión en un pequeño ángulo positivo. En un momento sentiríamos el halón de la cola tocando el agua. Qué pasa? Eso parecía preguntarnos sin pestañear.

El agua parecía estar bajando debajo de nosotros.

Cierto, la superficie del agua bajaba, es así como se forman las olas, de un lado baja y por el otro sube.

Mantuve el avión en esa posición algunos segundos, parecía demasiado tiempo.

Yo no giraba mi mirada para ver la cara de Nacho para no distraerme, creo que tampoco él miró en esos momentos.

El avión sigue bajando y el agua también, tuve que empujar algo el mando para mantener buena velocidad.

El agua dejó de bajar, una enorme ola se presentó delante de nosotros, muy cerca además, halé suavemente el mando tomando un ángulo positivo del avión, mirando hacia arriba; no pude ver el cielo, la ola me tapaba la vista.

Yaaaaa!!!! - grite a pulmón lleno, mientras halaba todo el mando hacia mí, en el mismo momento Nacho puso su antebrazo derecho sobre su frente, se inclinó hacia delante en posición de colisión y con la mano izquierda sobre la viga del mando, haló junto conmigo. El avión totalmente limpio, todavía tenía buena velocidad. No miré los instrumentos, pero tomó un ángulo positivo de más de veinticinco grados, cerca de los treinta - diría yo.

Unos instantes de confusión. Sentí agua sobre mi cara y un golpe duro frío sin anestesia sobre mi nariz, a la altura donde descansan los lentes. Pude sentir el golpe sobre mi hueso nasal, como si alguien me estuviera operando al estilo Tibetano. Habíamos chocado con esa enorme ola.

Co……, esto no estaba en el procedimiento! - no sé si lo dije, pero lo pensé - no es así que se hace un amarizaje!!

Sacudí bruscamente la cabeza como harían los perros para escurrirse el agua. Miré a mi derecha, Nacho se estaba liberando del cinturón. Me deshice de los audífonos y otras cosas que me habían llegado encima; agarré la hebilla de mi cinturón, ya con el agua a la altura del ombligo, mientras vi a Nacho saliendo pisando el ala del avión, ya más de veinte centímetros bajo el agua. Me engañaron, dije, entre mí - se supone que el avión debía flotar.

Mientras pisaba con mi pie izquierdo el piso derecho del avión, mi rodilla derecha, dolorida, estaba encima del espaldar del copiloto, caído hacia delante. Observé con preocupación un hueco en forma de gota, como una cuarta de largo en el lado derecho del parabrisas. El avión estaba en una picada de 45 grados.

Me apoyé con la mano derecha sobre el espaldar ya inundado, agarré algo, lo levanté; era mi cámara Canon, regalo de mi buen amigo Jerry Moore - ya está mojada - la solté. Miré afuera, allá estaba Nacho esperándome, señor Franco apúrese - me dijo.

Nacho!!! Tu tienes el bote?, no! pásame el bote! Miré hacia dentro del avión, allá estaba el maletín amarillo flotando al alcance de mis manos. Tome, agarre - se lo pasé y salí del avión, deslizándome en el agua sin tener que saltar, miré hacia arriba, allá estaba la cola de mi avión como las colas de las ballenas en las fotos fantásticas de National Geographic.

Como todos los buenos buzos, soy mal nadador. En el agua, sin inflar el chaleco, vestido y con los zapatos puestos, no lograba coordinar.

Vino una ola y lo arregló todo. Me acordé de algo en el avión, me di vuelta, ya no había nada - no había quedado rastro alguno del avión. Habían transcurrido 45 segundos desde el momento del choque con la ola. Busqué alrededor todo desorientado, allá estaba Nacho con una inmensa torta amarilla - el bote estaba inflado.

Nacho me hacía señas de ir hacía allá. La distancia no era más que unos diez metros, pero el viento lo alejaba con la misma rapidez que yo podía avanzar.

Me resolví, respiré profundo, me sumergí; así pude alcanzar la mano de Nacho que se mecía tendida ansiosamente hacia mí.

El bote estaba volteado, vamos a tener que voltearlo - dijo Nacho. Una y otra vez; no se daba cuenta que yo me estaba recuperando de la zambullida.

Se fue al lado opuesto, agarró la bombona de inflado, haló hacia abajo y el viento favorable hizo el resto. La torta amarilla dio vuelta sobre si misma, suba - dijo Nacho desde el lado opuesto del bote; solo mecí la cabeza en señal negativa.

De un salto, Nacho subió al bote, vino hacia mí y me ayudó a subir. Automáticamente nos colocamos en posición opuesta, de frente uno al otro, con las piernas estiradas sobrepuestas lateralmente. Antes de respirar dos veces, pregunté - Nacho!!, que es lo primero que hay que hacer en esta situación?. No sé, contestó, será mantenerse quieto. Bueno!! - dije - vamos a mantener la calma.

La inmensa torta amarilla, era inmensa como torta, pero como bote, era como una pluma al viento. Un tubo de unos cincuenta centímetros en forma octogonal, casi redondo, de aproximadamente tres metros de diámetro, con una membrana impermeable en el fondo. Eran todas nuestras esperanzas. Miré mi reloj, eran las siete y cuarenta minutos de la mañana.

Nacho!!, vamos a tratar de secarnos, ya que si nos agarra la noche, debemos estar secos o no aguantaremos el frío, así nos quedamos en descanso. Rompí el silencio.

Nacho!! - Sí señor Franco. Lávate la cara, estás llenos de sangre. Noo - dijo, dejaría de coagular la herida y no dejaría de sangrar. La herida está en la cabeza, pero lávate la cara, insistí; es muy deprimente verte así.

Es que tu no te ves - me dijo, y no sabes que aspecto tienes tu. Si es verdad, yo también estoy sangrando en la cara. Por cierto, dónde está la herida?, pregunté tocándome con una mano en la frente; mi espejo contestó - es sobre la nariz y es bastante.

Me toqué la nariz, me dí cuenta que tenía una tapa caída hacia abajo, la subí, respiré con la nariz, funcionó. Me tapé la nariz agarrándome con el índice y pulgar, soplé; lo que hice fue una prueba de fuga. Todo en orden - dije - por aquí no van a salir las tripas.

Mira!!! - dijo Nacho, señalando hacia arriba, un DC-9, está a más de 6000 pie, pero ese no nos puede ver.

Comenté con mi náufrago sobre mi debilidad por el mareo; Yo mareado no sirvo de mucho, expliqué. Trata tú de no fatigarte, ya que en cualquier momento vamos a necesitar todas nuestras energías.

Habían transcurrido alrededor de veinte minutos cuando me dieron los primeros ataques de vómito. Me di vuelta, de rodillas con la cabeza hacia fuera y allá estaba, retorciéndome, reteniendo el vómito cuando Nacho me dijo - Sr. Franco, libérese, vomite y se sentirá mejor.

Entre un gemido y otro, comenté que no deberíamos ni vomitar ni orinar, para no perder líquidos del cuerpo y deshidratarnos. No tenemos nada para tomar y esto va a ser largo, comenté. En una de esas, wash…., dejé salir lo que no pude retener; un líquido oscuro color chocolate - sangre!!! De dónde pude haber tragado sangre?, de la nariz me supongo, eso me tranquilizó.

Medio sordo que soy, como todos los pilotos de sesenta y dale; pero no pude dejar de percibir un resonar de reactores en la lejanía cuando Nacho advirtió - mira - dos F-16, nos están buscando.

Esos no nos van a ver, dije con voz pesimista y con tono desalentador. Volteándome sobre mi hombro derecho vi la cara de Nacho con una expresión como si me preguntara - bueno!!, pero tú eres amigo mío o del tigre?

Hice una sonrisa, expliqué lo que creí. A esa altura no nos pueden ver, además estamos en la sombre de una nube; la balsa no refleja el color.

Las olas eran muy grandes, las sacudidas muy fuertes, el cielo se puso oscuro, el viento soplaba del Este, el bote no daba vueltas, ya que el maletín que lo contenía había quedado como estaba dispuesto, amarrado al bote como un pequeño paracaídas en el agua. Esto permitía que el viento no nos arrastrara a toda velocidad y nos mantenía en una posición firme con las olas, Nacho estaba con la espalda al viento.

Va a llover, dijo Nacho con voz triste, lo que falta - replique Yo, bueno!, dije - vamos a secar el bote para recoger agua dulce, con qué achicamos? - con mis zapatos, dije, doblando las piernas hacia mí, zafándome las calzaduras; menos mal que no me los pude quitar en el agua, por poco me ahogo tratando de hacerlo - murmuré.

Haciendo ese movimiento, me di cuenta de tener algún problema en la rodilla derecha y un dolor en el centro del pecho.

Me puse a sacar zapatazos de agua, Nacho no colaboró.

No era mucha en verdad, estabamos casi secos cuando cayo el gran aguacero; duro como media hora.

Teníamos bastante agua todavía; no me atrevía a probarla porque podía estar bastante salada, cuando una ola reventó por encima de nosotros y nos puso sentados totalmente en el agua, como en una piscina para niños.

Apareció una pequeña bolsa de tela de nylon, la usé para sacar agua y mantenernos a flote.

A lo que pasó el aguacero, avistamos un pequeño avión unos tres kilómetros al Este de nosotros, mi compañero se agitaba mucho venteando el chaleco en el aire, no te molestes le repetía con frecuencia, desde allá no nos van a ver y cuidado no te vayas al agua, que yo estoy mareado y no te podría ayudar.

Nacho pudo identificar el avión, era un Piper basado en Aruba y tiene dos ratoncitos pintados en la cola, es propiedad del Dr. Rubén y piloteado por el Cap. Gregory Croes y el avión es conocido como el RAT AYR III de Aruba, lo utilizan a menudo en la búsqueda de lanchas con problemas.

Al parecer el RAT AYR vino directo al punto de amarizaje, pero no se acercaron lo suficiente; tal vez mal estimaron la deriva que teníamos por el viento y la marea que ambas empujaban hacia el Oeste; o si no se acercaron más porque estábamos a la sombra de una nube y había mucha bruma.

Señor Franco, el avión se fue, dijo mi compañero; tranquilo Nacho, los Maracuchos nos vienen a buscar - repliqué.

A las 10:15 se escuchó desde el Este, a la lejanía, sonido de motores. Nacho avistó el avión antidrogas, un P3C Orion con radar de la USAF (United States Air Force) - nos están buscando, dijo contento Nacho - pero por qué está allá; allá no es, ven para acá. El avión estaba en ruta y se desvió algo; fue directo al lugar de amarizaje, no nos vio y siguió de largo.

A lo que salió el sol, me alegré y exclamé, ahora sí nos van a ver, con el sol brillante el bote resalta el color y nos van a ver.

En un momento sentí frío, me preocupé. En las películas cuando un herido dice tener frío, al rato se muere porque está desangrado. Me dije, será que estoy sangrando por dentro? Qué es este dolor en el pecho? Qué está pasando con mi rodilla?, esas preguntas sembraron en mi una atmósfera de pesimismo, me di vuelta dando la espalda al sol; enseguida me calenté de nuevo, el pesimismo se fue y no dejó rastro.

Me di vuelta, Nacho!! - si señor Franco - vanos a hacer un pacto los dos - que cosa señor Franco - no me vas a llamar más nunca "señor" - y por qué? - porque yo lo digo!! - si seññ - está bien.

Nacho divisó otros aviones a la lejanía, pero no los pudo identificar. En un momento, con un gesto inquieto, quiso quitarse la camisa para hacer señales; no te la quites!!! Te vas a quemar e igualmente no nos van a ver. Al rato me dijo por segunda vez, los aviones se fueron. No te preocupes, insistí, los Maracuchos nos vienen a buscar. Me di vuelta con el pecho sobre la orilla de la balsa para calentarme la espalda; de vez en cuando una ola rompía sobre nosotros, Nacho estaba achicando con mis zapatos.

Me relajé en esa posición y entré en plegaria. Dios mío, fue lo primero que dije - ese pobre muchacho con veintisiete años, metido en esto. Luego recordé lo que tenía pendiente para hacer, llamar a Carmen por la noche, contarles una aventura a los nietos, llevar a Carmen en procesión a San Sisto - Patrono de Alatri, mi ciudad natal - por una promesa que debo pagar, nunca he fallado una promesa, será este el momento?. Una ola nos sacudió más de la cuenta y me preocupé que se partiera el bote, me reincorporé en mi plegaria - Señor, pregunté - será ese bello amanecer el último que yo haya visto?, qué cosa les contarán a mis nietos?, cómo será Carmen viuda?. Haciéndome esas preguntas me quedé dormido algunos minutos. Soñé estar en esa misma balsa sobre un agua tranquila, poco profunda, transparente y se veía el fondo como de granzoncillo redondo y blanco, abrí los ojos, miré el reloj y pregunté - Nacho, tenemos aquí casi cinco horas?, si, afirmó, son las doce; vinieron otros aviones, pero ya se fueron.

No te preocupes, dije una vez más, los Maracuchos vienen a buscarnos - tu crees?, replicó. No, no es que creo, es que estoy seguro, afirmé. A las doce y veinte, Nacho avistó otro avión, es el Orion del SAR de Curaçao, afirmó, nos están buscando, pero anda por allá muy lejos. Recorriendo de Norte a Sur, se perdió del horizonte. A los diez minutos exactos, Nacho exclama de nuevo- allá está otra vez, pero está muy lejos!!! Esta vez llevan rumbo Este - Oeste. Nacho, estamos hechos, son profesionales y nos están buscando, dije muy tranquilo, arrecostado sin agitarme.

A las doce y cuarenta y cinco, el Orion con rumbo Este - Oeste, apenas unos doscientos pies de altura y a escasos doscientos metros al Sur, pasó sin hacer el mínimo movimiento de alas, prendió las luces, ya nos vieron, grité. Nacho insistía que no nos habían visto. Si nos vieron, insistí, es que prendió las luces!!. Desde ese momento, los minutos se hacían más largos, pero ya no había tiempo para mirar el reloj.

El Orion volvió a pasar mucho más cerca, venía del Este. Trae las luces encendidas, dijo Nacho - pues es que ya nos vieron, grité.

Pasó al Sur de nosotros, quizás a cien metros. Pero, qué pasa?, dijo Nacho, todavía no nos ven?. Tranquilo!!, insistí. Pero ni un alabeo ni nada. Tranquilo Nacho, es que son profesionales.

El Orion volvió a pasar, venía desde el Oeste, venia tan bajo, que daba miedo; parecía querer chocar con las olas. El ala derecha cubrió la balsa, lo vimos en todos sus detalles, justamente encima de nosotros soltó dos balizas, una cayó a escasos cinco metros, la otra un poco más allá. Sí, nos vieron, gritó Nacho, voy al agua a buscar eso! No te atrevas, quédate sentado, nada es que debamos buscar!; pero puede que sea un radio para comunicarnos, insistía Nacho. Quieto, si debieran darnos algo, lo hubieran puesto en el bote - afirmé.

No comenté para no asustarlo, pero habíamos estado tirando afuera agua con sangre, además él tenía heridas frescas en su cabeza; una zambullida en esas circunstancias, podría quemar el pan en la boca del horno; es que los tiburones viven en el agua.

Mientras mirábamos el avión perderse en el horizonte, vino un barco tanquero rumbo hacia nosotros.

Al poco rato nos sobrevoló un aerocommander, el 854CP con el Cap. Luis Amaya al mando y un Cesna 310 que Nacho identificó con facilidad.

Eran los Maracuchos que nos estaban buscando!!.

Mira el barco, está cerca, me decía Nacho, dirigiéndose hacia mí de esa manera, ya no debía llamarme Señor, pero no se atrevía a llamarme Franco.

Ese barco no se va a parar, dije con voz firme y me arrecosté para consolarme del mareo.

El barco no se paró, dijo Nacho con voz temblorosa. Tranquilo, contesté con voz amorosa, casi paterna, ese no se paró porque otros vienen a buscarnos.

Al poco tiempo volvió sobrevolarnos el Cessna 310 de Renato Di Zio, iban Gaetano Di Zio, Alejandro Torres, Nixon Torrez y Patrick White, hicieron una rasante con una serie de alabeo y se esfumaron hacia el Sureste.

Quedamos de nuevo los dos solitos, en la inmensidad del mar, que todavía cuando venían esas olas inmensas, muchas veces yo he cerrado los ojos y agachado la cabeza para no verlas!!.

Entre tumbo y tambo, llegó a mi oído un blo-blo-blo, el clásico sonido de un helicóptero. Siempre he detestado ese sonido, pero en ese momento en particular, me sonaba a gloria. Los dos erigimos la cabeza.

Pero solo cuando una ola nos elevó, pudimos ver un helicóptero Linx de la Real Marina Holandesa, a cien pies sobre el agua, dirigirse hacia nosotros.

Nos pasó por encima y se alejó hacia el Oeste, se acercó lentamente mientras un hombre bajaba de una cuerda de acero, éste bajó dentro del bote, nos miró; Nacho sentado sobre la borda, Yo sentado en el fondo, casi recostado, pues el mareo me tenía abatido. Preguntó algo en Holandés, los dos levantamos los cuatro pulgares hacia arriba en son de o.k. El hombre sonrió, dirigió un arnés de faja hacia mí, pasé los brazos y los hombros por la faja y allá un tirón violento, me encontraba suspendido en el aire, al estilo James Bond, en mi ambiente, sin mareo ni nada por el estilo, recordando las muchas veces que he usado ese método en mi trabajo, guindando de la guaya de una grúa para posicionarme en un lugar inaccesible, o para ahorrarme subir por una incómoda estructura; inclusive, la cuerda era antigiro. Al llegar arriba, me ayudé con las manos para no golpearme la cabeza, me senté sobre la puerta, después de quitarme el arnés; me deslicé hacia atrás recostándome de la pared, respiré profundo, miré el reloj; eran las dos en punto.

El rescatista bajó de nuevo; esta vez no fue nada fácil entrar en el bote, pues con menos peso, el bote se volvió más vulnerable a las olas y el hombre pudo entrar a rescatar a Nacho solo al sexto intento. A las dos y cuatro minutos, vi la cabeza de Nacho entrar por la portezuela del helicóptero. Nos abrazamos, nos reímos, lloramos; solo nos faltó cantar.

El rescatista paramédico le protegió las heridas de la cabeza de Nacho, lo fajó con un vendaje, quedó como el turbante de Aladín.

Me subí el pantalón para ver mi rodilla dolorida, había una herida en forma de boomerang de diez centímetros de largo y muy profunda. Esta también ameritó un vendaje. El helicóptero tocó tierra en Aruba a las 2:55 minutos. Una multitud de gente rodeó el helicóptero; entre médicos, enfermeros, técnicos y curiosos, habían unas cuarenta personas.

Dos ambulancias nos estaban esperando. Fuimos llevados a la medicatura del aeropuerto donde recibimos las primeras atenciones médicas y un gran calor humano, cosa característica de los pobladores de Aruba. Además entró Andy, Alí Torres, Nixon, Patrick, Gaetano, entre otros.

Mientras me atendían, recibí dos llamadas telefónicas por los propios teléfonos de la medicatura; Eliana desde Caracas y Cinzia desde Chicago.

Eliana me preguntó quién era quien me estaba regañando en Italiano. Es una bella muchacha, le dije, y de ojos azules. Le pedí un vaso de agua, a cambio me mandó a puyar con un suero. Se trataba de la médico jefe de ese departamento, una Caraqueña que también habla Italiano.

Después de recibir los primeros auxilios, fuimos trasladados al Hospital Dr. Oracio Oduber, donde fuimos atendidos maravillosamente.

Nos cosieron las heridas, nos radiografiaron de pies a cabeza y después de estar varias horas en observación, fuimos dados de alta a las nueve de la noche. Al salir del hospital, otra máxima expresión de cariño y de calor humano. Allá estaba esperando la Señora Isabel Rincón, hija de mi amigo y colega Hernán Rincón y su hija Cristina, que desde temprano habían estado allá esperándonos y pasando bajo cuerda frutas y emparedados para nosotros y toda la pandilla.

Fuimos huéspedes en su casa, atendidos con todo el esmero que uno se puede imaginar.

Al acostarme, pasadas las once de la noche, me di cuenta que había fallado a una promesa; no había llamado a Carmen allá en Italia.

Al día siguiente, después del desayuno, ya listo para salir para el aeropuerto, vestido con nuestra ropa - nuestra anfitriona se había ocupado de que fuera lavada durante la noche - llamó mi cuñado desde Italia, después de asegurarse de que estuviera bien, me pasó a Carmen; la única allá que hasta ahora no sabía nada.

Mientras la informaba y la tranquilizaba a la vez, llegó Alí Torres con una tijera y me corto los pantalones en tiras hasta la rodilla.

Nacho tampoco pudo escaparse de esta fechoría.

Bueno! Comentaba Alí Torres, no pueden llegar así a Maracaibo, nadie va a creer que son náufragos,

Al llegar al aeropuerto allá nos estaba esperando Gaetano Di Zio con el 310; el YV-916P, listo para llevarnos a casa.

Las autoridades del aeropuerto y emigración fueron muy atentas y comprensivas. Nacho y Yo no teníamos ningún tipo de identificación y nuestros acompañantes y los aviones habían llegado a Aruba desde la búsqueda, sin combustible, sin planes de vuelo, ni pasaportes.

Ya estaban circulando los periódicos con la noticia del rescate y la foto fantástica del helicóptero, tomada por el P3C Orion con el rescatista y Yo suspendido del cable, y Nacho en la pequeña balsa.

Mucha gente nos reconoció, nos saludaron fraternalmente haciendo preguntas curiosas, como lo de haber tenido miedo o que si habíamos visto tiburones o visiones raras. Entre una pregunta y otra, les autografiamos los periódicos.

El viaje a casa fue muy entretenido, se hicieron chistes sobre todo lo imaginable. El viaje duró alrededor de cincuenta minutos. Al tocar tierra en Maracaibo, el avión pasó por la rampa internacional donde fuimos despachados rápidamente; luego nos dirigimos al hangar de Tower Air.

¡¡Había una gran multitud de gente!! Amigos y parientes, además de cuantos estén relacionados con la aviación en Maracaibo, estaban allá esperándonos. Fue algo muy conmovedor, abrazos, besos, flores, lágrimas, gritos de alegría; hubo de todo.

Allá se podía apreciar de que sí tenemos amigos y muchos; los que no pudieron estar físicamente en el lugar, se hicieron presentes con una y otra llamada telefónica.

Estuve dando mi relato una y otra vez, entre lágrimas y sollozos - así lo comentaron los periodistas en Panorama al día siguiente.

Se me acercó Nacho buscándome entre la muchedumbre, me apoyó una mano en el hombro y con una sonrisa, enseñando sus frenillos, me dijo - compañero, dime la verdad, por qué te devolviste hacia el avión, que querías buscar? El copiloto - respondí.

El Barón Rojo, el Snoopy, el compañero de siempre, de dos mil trescientas y tantas horas de vuelo, ese fiel e infalible compañero, con su inmutable sonrisa, se quedó en el avión; en su avión, tal como lo haría un orgulloso capitán con su barco. Hasta ahora no podía entender por qué un niño llora cuando pierde a su muñeco; ahora sí.

Andy me acompañó a casa, Licia se había adelantado y fue a preparar el almuerzo (muy buena cocinera, por cierto). Eliana llegó de Caracas, Alex, hermano mayor de Andy y Licia ya había llegado de Puerto La Cruz y en la tarde tuvimos una reunión de trabajo en mi casa.

La tarde pasó muy rápidamente entre abrazos de amigos y familiares, además de atender un sin número de llamadas telefónicas procedentes de todos lugares.

A las once de la noche, Eliana apagó los celulares, desconectó el teléfono y..... a dormir, me dijo, ya está bastante crecidito como para estar echándonos vainas de estas; su cara reflejaba una amplia sonrisa y los ojos llenos de lágrimas, mientras su rostro no podía ocultar ese orgullo que le salía de adentro y que mudo decía - ¡ese es mi papá!!

La mañana siguiente, desperté como de costumbre, antes de las seis de la mañana, al afeitarme, pude verme en el espejo; los ojos hinchados, un hematoma generalizado formaba una máscara azul que baja hasta la altura del bigote - que molleja!!

Eliana dormía, me pasé a la cocina, hice café. Mientras sorbeaba mi expresso, desde la ventana de la cocina, con las primeras luces del día, se veía la superficie del Lago de Maracaibo como un espejo, reflejaba la primera luz del amanecer. Estuve pensando que diferente hubiera sido un amarizaje con un agua tranquila como esa. Con ese pensamiento pasé a la sala, subí la persiana para ver mejor el Lago, me quedé algo pensativo.

En un momento me sorprendió el sol naciente en una inmensa, esplendorosa y colorida aurora, llena de luces y colorido, a lo largo de todo el horizonte.

Me quedé atónito, mi mente viajó velozmente; recordó todas las cosas bellas que haya visto. Estaba frente al más lindo de los amaneceres que puedan recordarse.

Con los ojos llenos de lágrimas, reventé en llanto gritando - gracias Señor, no era aquel el último amanecer que debí ver!!!

Yo estoy bien identificado de que somos todos los seres vivientes sobre la tierra, estamos dados para cumplir una misión; al parecer yo no he cumplido con la mía.

Cuál será el mandado que debo cumplir? No sé, pero aquí estoy, listo para seguir; será que tendré la oportunidad de seguir el viaje que dejé apenas comenzado?.

En cuanto a los nietos, contarles una larga aventura, enseñarles a trepar los árboles, hacerles conocer que es el bien y que es el mal; enseñarles a hablar con una persona mirándola a los ojos, más que todo cuando la persona sea una chica de ojos lindos; que cuando estén enfrente a algo feo, compararlo con algo peor; a crearse una conciencia propia, formándose una autoestima, ser hombres de bien y sobre todo tener una gran Fé en Dios.

Por cierto, lo de llevar el avión hasta California era solo el comienzo de un largo viaje.

Al tener listo el avión antes de salir fuera del área del taller de Victor Aviation, hubiera volado unas treinta horas por la vecindad; volar sobre el desierto Mojave, visitar el cementerio de aviones más grande del mundo, volar la zona de los viñedos, el Napa Valley..., Silicon Valley; visitar a Luigi Ponte en su vinícola, volar dentro del Gran Cañón, bajar hasta Cabo Coronado, dar vueltas hasta decir basta y después hacer un servicio al motor; despedir al señor Victor y emprender el viaje de regreso. Subir hasta Vancouver era el plan, visitando cuanta belleza encontraríamos de paso.

Visitar el Yellowstone Park, arrear los búfalos con el avión; pernoctar en él, volar la inmensa llanura que se extiende al Este de Kennewik sobre el Columbia River, entrar a Canadá en Burnaby, cruzar hacia el Este hasta el Lago Superior, exactamente a Thunder Bay a visitar la Zia Iolanda, que pronto va a ser bisabuela.

Bajar a Oskosh, seguir a Chicago para visitar a Cinzia con su esposo David y sobretodo, el Patito Feo (Sebastián) en Schaumburg; hacer un toque en el aeropuerto Meigsfield, antes de que lo cierren. Cruzar hacia el Este hasta West Virginia, visitar unos amigos en St. Martinsville sobre el río Ohio, salir sobre la costa en Virginia, bajar hasta Florida, descansar unos días y regresar a Maracaibo.

Será que esa persona que cuando niño soñó con ir a Las Galápagos y fue, soñó con ir a Australia y fue; también se le cumplirá este sueño?… Dios sabrá.

Franco Bellarosa
El Piloto del YV-1450P


Ese es mí Papa

Palagano, 29/07/01

Quienes conozcan a mi padre saben que es una persona fuera de lo común. Salió de su casa en Italia con 50$ en el bolsillo cuando tenía diecinueve años, para ir por 6 meses a Venezuela a trabajar y enviar dinero a su familia. Ya van 46 años de eso y todavía no ha regresado. Lloró cuando un paisano le dio un buen plato de spagueti y una almohada para dormir en Ciudad Bolívar, en un camino algo desviado para ir de La Guaira al Distrito Bolívar (Bachaquero) donde alguien que le había ofrecido un trabajo como ayudante de soldador. Él es de los que de niño soñó con ir a Las Islas Galápagos, y fue.

Así podría completar una larga lista de sus sueños realizados.

Me di cuenta del buen piloto que es cuando hace algunos años salimos los dos en la avioneta hacia Mérida. Sobrevolando El Vigía se puso bastante nublado y luego de un rato ya no se veía nada. Yo iba bastante nerviosa porque estábamos cerca de la montaña y en un momento le pedí que nos regresáramos. Él me dijo que me quedara tranquila y que sabía exactamente donde estábamos. Comenzamos a subir, desde los 8000 pies en que generalmente se vuela en avioneta, buscando un claro, hasta los 13.000 pies, donde al fin se abrieron las nubes y tuve la vista más impresionante del Pico Bolívar y la Sierra Nevada. A esa altura llegamos hasta el Valle de Mérida y en un patrón de "8" empezamos a bajar lentamente hasta aterrizar en la pista del aeropuerto de Mérida. Cuando llegamos yo estaba eufórica y con la adrenalina a millón, fue uno de los vuelos más espectaculares que hemos hecho.

El siempre ha sido un prudente aventurero.

Uno de esos raros aventureros que de vez en cuando las mejores hazañas salen de la cocina, como los fettucini al sugo, sus interminables experimentos con el pan y las focaccias y le ciambelle a las que creo que nunca les tomare el gusto. También es uno de esos aventureros que sale en el Sparviero (la avioneta) a ubicar a un grupo de mis amigos atascados en el barro en Quisiro. O de los que anda con un auténtico sombrero tipo Indiana Jones y traído de Australia. Uno de esos sueños era llegar hasta California para reponer el motor al Sparviero, pasear por encima del desierto y recorrer muchas millas antes de que lo fueran a raspar en el examen de renovación de la licencia!

Pues el destino quiso que lo Sparviero se quedara en el Caribe con la grandisima suerte de que el único pasajero que se quedara fuera el peluche de Snoopy vestido del Barón Rojo que le regalé hace un montón de años. Dios tiene una inmensa bondad y queda demostrado en que Papy y Nacho están vivos e ilesos.

Papy: ahora si tienes una enorme aventura que contarle a mis sobrinos y mejor me apuro para darte un nieto pronto!!

TI VOGLIO TANTO BENE
Tu pichoncita
Cristi.


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